Queridos reyes magos,

De pequeña siempre empezaba esta misma carta con un "Este año he sido muy buena, y por eso pido...". Pero este año no quiero hacer eso, pues creo que el mejor regalo es el de haber aprendido todo lo que he aprendido. Así que...

Queridos reyes magos,

Este año he aprendido que no tengo por qué dar explicaciones a nadie sobre lo que hago. Que la seriedad está bien, pero que todos necesitamos un poco de locura en la vida. He aprendido, o más bien descubierto, que le tengo pánico al amor; y supongo que he aprendido a luchar contra mis miedos porque me he enamorado varias veces.

Este año he aprendido que mi vida es mía, y no de los demás. Que si yo quiero hacer algo, tengo que hacerlo porque quiero, y no porque alguien me obligue. Que no puedo depender de nadie, porque todo el mundo se va. Que recordar todos mis errores no me sirve de nada, pero que olvidarlos es peor. He aprendido que ser yo misma es difícil, pero que merece la pena. He aprendido a no hacer caso de lo que los demás me digan. Este año he aprendido que la felicidad es momentánea, pero que durante los momentos de felicidad estás tan bien, que te da igual hundirte después. Que no estoy tan sola como pensaba. Y que levantarme siempre será más difícil que rendirme, pero también más satisfactorio.

Este año he aprendido a ser la mejor versión de mi misma, y por eso os pido... Nada. No os pido nada porque todo lo que necesitaba ya lo he aprendido este año.

Yo, tonta como siempre.

Tu voz es la mejor canción de amor que he escuchado nunca. Y digo de amor porque es lo que produce. Y digo que es la mejor por decir algo, porque tu voz está muchísimo más allá de la mejor. Pero es que cariño, hablo de tu voz por hablar de algo. Porque podría pasarme días hablando de tus ojos, o de tu pelo, o de ti, en general, y no me quedaría sin cosas buenas que decir. Que ya me puedes hacer todo el daño que quieras, que ya puedes intentar apartarme de tu lado, que yo de aquí no me muevo. Y no porque no quiera. Si no porque lo que sucedió esa vez, cuando te conocí, ¿te acuerdas? Llovía, y te vi de lejos. Esperando el bus y mojándote. Y yo, tonta como siempre, te ofrecí cobijo bajo mi paraguas. Y un café. Y una vida a mi lado.

Llegamos a tu casa y me desvelé en tu piel. No me dejé ni un rincón para descubrir después y, aun así, cada vez que vuelvo al paraíso que demuestra tu cuerpo, me sorprendo encontrando detalles que pensaba que ya había descubierto. Pero no, parece que tu cuerpo es una tesoro de detalles. O un tesoro, a secas. Y besé tu boca. Y me convenciste, sin haberlas probado, que las nubes tienen el sabor de tus labios. Ahora recuerdo lo que hicimos esa noche y me vuelve a gustar. Me acuerdo que al llegar a casa me enfadé por haberme vuelto enamorar. ¿Quién me iba a decir que ese orgasmo sería la puerta a tu amor? Creamos guerras en nuestras bocas, queremos conquerir el cuerpo del otro. Y te juro que tú ya has vencido mi corazón.

Pero no sé por qué, ahora, pretendes que me vaya. Quieres tenerme lejos. Me dices que ya no me quieres, que quieres olvidarte de mí, y me sonríes. Sé un poco coherente, por favor. Esa sonrisa grita un"Quédate" como una casa. Esa sonrisa demuestra que tienes menos ganas que me vaya, que yo de irme. Pero tú sigues ahí, dale que te pego, insistiendo en... ¿qué? ¿En que me vaya? No, por dios, eso te destruiría más a ti que a mí. De pequeña le prometí a mi madre que nunca me volvería adicta a nada. Pero llegaste tú y tus puñeteros ojos almendrados y me obligaste a romper esa promesa. Me he vuelto adicta a ti, a tus besos, a tus cariños y a tus palabras. Así que no, ni se te ocurra intentar apartarme de ti. Porque, ¿sabes? Estoy tan enamorada de ti que creo que el día que muera, no pasará mi vida por delante de mis ojos: pasará la tuya. Porque, al fin y al cabo, mi vida eres tú.

Reflexiones de un Domingo por la tarde.

"Estoy cansada" solía ser la excusa por excelencia. Es lo que solía decir antes, para que me dejaran en paz. Me servía para no decir la verdad. Para no decir que, simplemente, estaba destrozada. Se lo decía a mi madre, a mis amigos, a todo el mundo. Me dejaban en paz, así que funcionaba bastante bien. Pero ahora me he dado cuenta de que era verdad. Realmente estaba cansada. Y dormir no podría solucionar este cansancio. Aunque, seamos realistas, el insomnio tampoco ayudaba.

Ahora sé que sí, que estoy cansada. Y que nada puede llevarse de aquí el cansancio, porque se ha pegado como una lapa a mi alma. Sí, ahí, justo al lado de la depresión. Estoy cansada de intentar superar esto y no poder. Estoy cansada de hacer todo lo posible para ser suficiente, y no serlo nunca. Para nadie. Estoy cansada de sentir mucho, y no saber lo que siento. Estoy harta de no poder seguir mis pensamientos porque dan demasiadas vueltas dentro de mi cabeza. Estoy cansada de esta manía mía de recordar todo lo que he fastidiado en la vida, justo antes de ir a dormir. De no tener a nadie a quien explicarle lo que siento. Y de tener a alguien a quien explicarle lo que siento, pero no saber cómo hacerlo.

Estoy cansada de avanzar por inercia, siguiendo el camino que traigo detrás. Estoy cansada de respirar. De vivir. Estoy cansada de no saber caminar y acabar siempre en el suelo, deseando sin esperanza que alguien logre levantarme. Estoy cansada de apreciar más la compañía de la depresión que la de mis amigos. Estoy cansada y esa es la razón por la que todo el mundo siempre se cansa de mí. Estoy cansada de todo, incluso si no hay nada por lo que estar cansada, y ya solo la muerte podría hacerme descansar.

Transtorno Obsesivo Compulsivo.

Mientras tú intentas que tu habitación esté ordenada y parezca un sitio cómodo, mi habitación es un desastre. Todo está tirado por ahí, por culpa de todas esas mañanas en las que nada parecía encajar y, si dos prendas de ropa no estaban hechas para vestirse juntas, ¿cómo iba a ponérmelas? Porque si lo hiciera, sería una enorme distracción todo el día. O quizás ya llego tarde porque mis obsesiones se han tomado más tiempo de lo normal hoy. ¿Qué es normal? Tuve que encender y apagar la luz 18 veces. Bien. Se sentía bien porque me aseguraba de que mi familia no fuera a morir en un desastroso incendio. Por lo menos mi alarma ha funcionado esta mañana. Anoche sólo comprobé 6 veces si el móvil estaba encendido. Mis pensamientos vuelan.

Sé que estás ocupada ordenando tu armario por colores y twiteando "Mi TOC ha vuelto" pero yo estoy ocupada intentando pensar cuáles son las palabras precisas que debo utilizar para escribir esto. En clase, terminas el examen mucho antes que yo y te preocupas pensando qué me está tomando tanto tiempo. Lo siento por hacerte esperar. Juraría que a ti nunca se te ha pasado por la cabeza que vas a suspender si alguna de las letras que has escrito no está bien conectada con las de su alrededor. Y quizás también has olvidado que si mi papel y mi lápiz no están perfectamente alineados con las lineas de la mesa tendré que pasar varios minutos intentando alinearlos hasta que mi cerebro le parezca que están suficientemente bien. Suficientemente bien. Bien. Ahora mis amigos no morirán en un accidente de coche.

No crees que nada de esto sea cierto. Según tus conocimientos las personas con TOC son personas obsesionadas con limpiar y estar limpios. Temen las bacterias, dices. Desarrollan en exceso el Orden. No sé porqué he puesto orden en mayúscula pero se sentía bien. A pesar de que todo esto sean obsesiones para algunos, para otros son problemas, condiciones, enfermedades. Esa es la razón por la que lo hacemos. Mantente sano. Cuando me dices que podría ser peor o incluso lo llevas tan lejos que dices que desearías tener un rasgo tan peculiar, me gustaría recordarte que esto es una enfermedad mental. Cuando me dices que podría ser peor seguramente tienes razón, pero eso no calla las intrusas voces en mi cabeza diciéndome que termine con mi vida de varias impresionantes maneras.

Así que por favor, cuando dices que "Tu TOC ha vuelto" porque hay algo fuera de su lugar y tienes la necesidad de arreglarlo, recuerda que TOC no vuelve. Tampoco se va. Está siempre ahí. Aquí. ¿Ahí? Ahí, sí, "Ahí" se siente mejor que "Aquí". Ahora deja de glorificar las enfermedades mentales. Levántate, empuja tu silla y déjala perfectamente alineada con la mesa y, cuando salga
s por la puerta, no te preocupes de cerrarla, yo me ocuparé de ella y comprobaré que esté cerrada 9 veces. No, 9 no se siente bien. 11. No, 14. Sí, 14 se siente bien. 14 veces. Sal fuera y vive, y yo estaré justo detrás de ti asegurándome 5 veces de que todas las velas están apagadas.

Palabras.


Vamos a ser sinceros, no tengo ni puta idea de escribir. No sé hacerlo, o por lo menos no de manera consciente. A mí como que se me da mejor unir letras y formar palabras que, al unirse ellas también, acaban formándote. Acaban formando nuestras tardes y nuestras conversaciones. No sé cómo lo hacen, pero forman de manera exacta tus grandes, redondos y almendrados ojos; y tu sonrisa, que no entiendo como aún no ha sido considerada una de las maravillas del mundo, pues, a mi parecer, es la pura definición de belleza, de maravilla, de grandeza, de perfección. Pero es que, déjame decírtelo, tú al completo eres sinónimo de perfección. De mí perfección.

Llevo mucho tiempo intentando descubrir por qué carajos cada vez que te pienso, las letras se juntan para crear palabras que acaban creándote. Incluso si yo no les he dado permiso. Quizás son las mariposas en mi estómago las que dirijan a mis manos, las que mueven el lápiz sobre el papel y decides cuál es el mejor adjetivo para describirte. Porque mi parte racional ha decidido que cualquier adjetivo, referido a ti, es mejor. Quizás será porque no puedes ser descrito, pues tú mismo te lo impides. No puedes ser descrito con algo tan vulgar como las palabras, tú eres descrito por el arte, que, como dice todo el mundo, se trata de que te haga sentir algo, no de ser bonito. Y, seamos sinceros, a mí el arte, esto de sentir algo y saber que lo sientes, nunca se me dio bien, hasta que te encontré, y estuve segura de lo que sentía, y de lo que me haces sentir.

¿Esto es... amor?

Oh, vamos, sabías perfectamente que acabaríamos así. Eras completamente consciente de lo que
hacías, con esas sonrisitas, y esas miradas, y esas bromas. Con esa forma de ser. Sabías que lo único que querías era enamorarme, así que no me pongas cara de sorprendido si alguna vez reúno el valor suficiente para decirte que lo has logrado. Aunque de momento, seguiré negándome a aceptarlo, pues sabes de sobras que a mí lo de atarme a las personas me cuesta. Si le hago caso a todo el mundo, tu y yo estamos enamorados hasta las trancas el uno del otro; pero lo de hacer caso a los demás, como que no es lo mío.

Pero, ¿sabes? Te sueño. Te sueño cada noche y me despierto feliz, aunque después se me pase al recordar que tengo que soportar otro día sin tus labios, pero escuchando ese "Haríais buena pareja, ¿eh?" que me repiten cada día mis amigas. ¿Haríais? Ojalá fuera un hacéis. Ojalá pudiera cambiar esa puta conjugación verbal. Pasar del condicional al presente de indicativo. Pero sólo si me prometes que después no pasaremos al pretérito imperfecto, por favor.

Me gustaría poder invitarte a un viaje que empieza en mis labios y baja recorriendo todo mi cuerpo. Y que, si te apetece, me invitaras a viajar por tu piel. Sin mapas, pues nos perderemos en los besos. Tus manos y tus besos nos abrirán paso entre nuestros ojos. Y nos mojaremos, y sudaremos, pero dará igual. Porque nos mojaríamos de besos, y sudaríamos amor.

Quizás ya va siendo hora de que acepte lo que todos dicen, pero lo que ni tú ni yo vemos. Porque tus ojos dicen lo que tus labios no tienen el valor de decir. ¿O me equivoco? Quizás no me quieres del mismo modo. Pero, ¿sabes? Me da igual. Porque te quiero, y nada en el mundo podría cambiar eso. Ni siquiera tú.

Cambios.

Es curioso cómo cambian las cosas, ¿eh? Así, sin darnos cuenta. De repente alguien quien lo había sido todo para nosotros, deja de importar. Esas personas que quizás antes te parecían estúpidas, empiezan a caerte cada vez mejor. Es curioso que de un día a otro pierdas toda la confianza en alguien, le des todo tu corazón, o dejes de darle la importancia que le dabas.

Hay quien dice que es el dolor el que cambia a las personas, pero yo no estoy de acuerdo. Yo creo que cambias por los demás. Para gustarles y no estar sola. Los que dicen eso de "Me da igual lo que pienses de mí" son los primeros en preocuparse, pero es normal, somos un animal social, no nos gusta estar solos. O quizás sí, pero no queremos admitirlo.

En nuestra vida todo son cambios. Y quien dice cambios, dice aprendizajes. Y quien dice aprendizajes dice errores. Y quizás por eso cambiamos, porque nos damos cuenta de que algo de lo que hacíamos era un error, y tenemos que remediarlo. Aunque quizás sólo cambiamos porque nuestro cuerpo nos lo pide, y no hay nada que podamos hacer para evitarlo.

Pero es curioso porque ayer la quería a ella, y hoy te quiero a ti. Y, entiéndeme, por ayer me refiero a hace un tiempo, y por hoy me refiero a ahora. Quizás es que me he cansado de ella y he encontrado a alguien a quien tener más fácilmente. Pero quién sabe, mi cabeza divaga en un mar de dudas, y mi corazón hace tiempo que se ahogó entre penas. Así que sigo un poco mi amor más visceral, que es lo que me lleva a decirte que te quiero. Y no me mal interpretes, pues después de ese "te quiero" debería ir un "echar un polvo", pero como eso quizás no quedaría ni bonito ni ético, te digo con la boca lo primero, y con mis besos lo segundo. Porque si lo dijera todo hablando, estaría cometiendo un error. Y eso me haría cambiar. Y aunque me parece muy curioso cómo cambian las cosas, creo que no quiero cambiarte por nada en el mundo, de momento.

Te extraño.

Querida mejor amiga,
Me gustaría poder dejar de escribirte en pasado, de negar tu ausencia, y olvidar las bromas que hacíamos, porque cada una de esas bromas que antes me parecían divertidas, ahora desgarra los
ventrículos que conforman mi corazón. No te echo de menos, echo de menos decir mis tonterías, desahogarme en tus hombros, o acariciarte la cabeza cada vez que me llamabas asustada. No te echo de menos, echo de menos irnos de fiesta juntas e idear la más tonta frase para romper el hielo con ese chico que parecía tan simpático. Echo de menos rompernos la cabeza por tonterías, y hacer fácil el más difícil problema. Que para nosotras distancia era lo que había entre la cama y la cocina, no entre mi casa y la tuya. Nos teníamos la una a la otra, y ahora sólo tengo las palabras que te escribo.

Echo de menos los cafés hirviendo de las tardes de invierno, y, en verano, mojarnos a base de cubos en tu terraza. Inventarnos palabras en otoño, y la melancolía de la primavera. Echo de menos tus cartas sin razón aparente, y mis llamadas a media noche contándote mis pesadillas. Echo de menos hacernos añicos cada vez que nos separábamos, y volver a arreglarnos cuando volvíamos a vernos. Echo de menos odiarte cuando me decías que no tenías que ir al instituto un día porque era fiesta ahí, y echo de menos restregarte por la cara que yo tenía fiesta y tu no algunos días. Incluso echo de menos echarte de menos y saber que te vería pronto. Echo de menos insultarte de la forma más bruta posible y ver tu sonrisa después de hacerlo, y oír tu "Me adoras porque soy diva". Que quizás incluso echo de menos ese gesto tan tuyo que siempre imitaba burlándome de ti.

Te echo de menos, porque te tuve de más. Y ahora no tengo nada, a parte de miedo, pero nunca se lo digo a nadie. Tengo miedo de olvidarte, de sustituirte. Tengo miedo de hablarte en pasado. Tengo miedo de recordarte en medio de la calle y derrumbarme como lo hago cada noche. Tengo miedo de superarte. Tengo miedo de decir que ya no estás. No quiero aceptarlo. No te has ido, lo sé. Sé que sigues ahí en mi corazón y en el de tus padres. Tengo miedo a necesitar tu hombro y que me faltes. Aunque ya me faltas. Tengo miedo de dejar de echarte de menos, pequeña, o de dejar de recordarte en cada cosa que hago. Me da igual el dolor que sienta, me da igual la depresión y las lágrimas. Por favor, nunca te vayas de mi lado, aunque duelas, porque te necesito. Y tengo miedo de dejar de necesitarte.

Felicidad fatal.

Ella nunca había sido feliz. O por lo menos, no lo recordaba. Siempre había estado triste y sin ganas de sonreír. Siempre entre depresiones, cicatrices y lágrimas. Siempre con la sonrisa falsa, y el alma rota. Ella nunca había sentido eso que los libros más bonitos dicen que se siente, a veces. Como cuando llegabas a alguna meta que te habías propuesto, o como cuando te despiertas y sabes que tienes a alguien a quien darle los buenos días. Ella siempre había estado sola, y vacía; y nunca había podido cumplir ninguna de sus metas. Para ser sinceros, ni siquiera lo había intentado. Ella había sido forzada a ser fuerte toda su vida, incluso cuando lo único que quería hacer era rendirse, abandonar, morir. La oscuridad que la envolvía la había obligado a dejar de temer los sitios oscuros. Incluso llegó a apreciar más la oscuridad que la luz. En la oscuridad no tenía que fingir estar bien. Ella nunca quería estar sola, aunque le daba miedo la gente desconocida, y no se atrevía a conocer a nadie nuevo. "Los libros están bien" solía decirle a su madre, intentando engañarse a si misma. Ella estaba harta de tener que ser fuerte, y se rindió. Paró de luchar contra todo, y dejó que pasaran los días. No era capaz de decidir si matar el tiempo o matarse a si misma. La depresión seguía ahí, pero ella no le hacía caso, ya estaba acostumbrada a no sentir más que dolor.

Pero un día, al despertar, notaba algo raro en ella. Como si tuviera ganas de sonreír, salir a la calle, y conocer a alguien. Da igual a quien. Notó cómo si la oscuridad había sido absorbida por sus pesadillas, y ya no rodeaba su vida. Tenía ganas de saltar y bailar, incluso si la grasa de su cuerpo rebotaba mucho al hacerlo. Había dejado de sentirse triste, y sola, e inferior, y diferente, y débil, y asustada. Se sentía, por primera vez en muchos años, bien, y orgullosa de si misma, y con ganas de salir a la calle. ¿Esto era eso que la otra gente describía como felicidad? Se sentía tan bien, que no le gustaba. Una vez ella leyó en un libro que los enfermos terminales tienen un día maravilloso antes de morir. Pensó que quizás ella estaba enferma de ganas de morir, y descubrió que, muy en el fondo, estaba aterrada de que llegara el día de mañana. Porque ella sabía que después de estar en lo más alto, sólo podría caer más bajo que antes. Y eso la mataría. Y, por una vez en la vida, tuvo razón
.

Yo.

No me digas "para siempre", no me gusta,  nadie nunca lo cumple. No estoy diciendo que vayas a ser
tú quien lo incumpla. Quizás seré yo. Es probable que lo sea yo, porque siempre me canso de todo muy rápido. Soy muy independiente, demasiado, quizás. Mis ideologías, normas y pensamientos están demasiado firmes como para aceptar los de alguien más. Nunca creo merecer amor o cariño de otra persona, a pesar de que me paso la vida pidiéndolo. Me preocupo demasiado por todo, y por todos. Un minuto estoy feliz y al siguiente tengo ganas de tirarme de un puente. A veces creo que soy una mierda, y a veces creo que soy la mejor. Soy más rara de lo que imaginas. Nadie me conoce realmente, hay cosas de mí misma que ni siquiera yo conozco.

No soy de decir cosas bonitas, prefiero hablar de política. Y no soy detallista, de hecho, suelo olvidarme de cumpleaños y aniversarios. Me olvido de todo aquello importante, y recuerdo el más tonto detalle. No soy una buena influencia, pero tampoco hago daño a nadie. Me gusta hacer reír y sonreír a los demás, sobretodo cuando yo no puedo, y me enfado conmigo misma cuando no logro hacerlo. La mayoría de días estoy enfadada con el mundo, sólo porque me he enfadado conmigo misma por hacer o decir cosas que no debía.

Suelo mentirle a la gente a la que no conozco para protegerles de mi misma. Sufro de varios trastornos psicológicos a los que es difícil acostumbrarse. Suelo irme a dormir llorando pensando que no soy suficiente. Echo muchísimo de menos a personas que perdí sin poderme despedir. Hay personas en mi pasado a las que no quiero olvidar, pero que desearía dejar de recordar en cada acto que hago.

Intenté durante mucho tiempo encajar en la sociedad, pero mi educación y mi ideología me lo impidieron. Me hicieron bullying por ser diferente, y esto causó que ahora tenga miedo a la gente. No me gustan los sitios donde hay mucha gente. Prefiero estar sola a estar en un gran grupo de personas dónde seguramente me sentiré ignorada, o dónde sentiré que se burlan de mí.

Nunca me desahogo, y siempre le digo a todo el mundo que estoy bien, sea o no verdad. Cuando exploto, se lo explico todo a alguien que, normalmente, al saber cómo soy realmente, se asusta y se va. Estoy demasiado rota como para intentar arreglarme, supongo. Estoy mucho peor de lo que los que dicen "estoy destrozada" podrían llegar a imaginar. Pero, ¿sabes qué? Que a pesar de todo, tengo la fuerza de decir "Que le den a todo, yo quiero ser feliz". Cuando leo me da la sensación de viajar a un mundo paralelo donde todo me va bien. No sé por qué digo todo esto, necesitaba desahogarme de una vez.

Te quiero, mucho, pero no creo en los para siempre. Porque y si encuentro a alguien, ¿y si encuentro a la persona perfecta? Quizás eres tú, ojalá seas tú, pero quizás es otra persona. No me digas para siempre, del mismo modo que yo tampoco te lo diré. Porque ni tu ni yo sabemos si podremos cumplirlo alguna vez.

Insultos.

Hoy te he visto, de lejos. Cuando me he querido dar cuenta, estaba en medio de la calle, temblando, porque
me había acordado de todo lo que me hiciste. De los insultos, de los golpes, de las patadas, de los empujones, de las llamadas en número privado a las 3 de la madrugada... Creo que tú ya no te acuerdas de lo mal que me lo hiciste pasar, porque has venido a saludarme con una sonrisa enorme, me has preguntado que cómo estaba, y me has dicho que me veía mucho mejor. Y me hubiera gustado contestar: "Sí, supongo que tus insultos, y la etapa anoréxica a la que ellos me llevaron me hicieron adelgazar." Pero no, no me ha salido, he sonreído y te he decido de algún modo un "Gracias" ligeramente sincero, porque sí, estoy un poco agradecida. Ahora soy más fuerte gracias a ti. Pero eso es lo único bueno, porque sigo acomplejada por tu culpa, sigo evitando a la gente por tu culpa. Tengo paranoia, depresión, brotes bulímicos y ansiedad, por tu culpa. ¿Gracias? ¿Por qué te he dicho una estupidez tan grande? Casi me quito la vida por tu culpa. No debería haberte dicho gracias. Y si ahora vas, ¿y se lo haces a alguien más? No. No deseo a nadie pasar por lo que yo estoy pasando. Quizás debería haber pasado de ti. Quizás hubiera sido lo mejor. Pero estaba paralizada. Tus manos estaban muy cerca de mi cuerpo, y para ti era muy fácil golpearla contra mi estómago. O contra mi cara. O contra mí. No. Mi ansiedad ha vuelto a visitarme cuando te has despedido. Las lágrimas no han podido esperarse, y se han tirado por los toboganes de mis mejillas justo cuando has girado en la esquina. La gente me miraba, y mi paranoia me ha llamado la atención, recordándome que no debía llamar la atención de los demás, porque se reirían de mí del mismo modo que tu hiciste. Sí, supongo que "gracias" es la cosa más tonta que podría haberte dicho.

Jóvenes.

Eso es lo que somos, jóvenes. Tenemos tiempo y ganas de hacer lo que queramos. Nos equivocamos,
lloramos, reímos, gritamos, cantamos, hacemos el ridículo, pensamos y hablamos. Somos un poco más tontos que el resto de las personas, pero no lo aceptamos. Creemos tener problemas, cuando sólo tenemos tonterías. Creemos ciegamente en el amor a primera vista, y aún no nos hemos dado cuenta de que las historias con finales felices no existen. Somos jóvenes y, como tales, cometemos locuras. Llamamos amor a la atracción física, tenemos para siempres que duran medio día. No pensamos en el futuro, y revivimos demasiado el futuro. Creemos que cada error es el fin del mundo, y que cada responsabilidad nueva es un error. Queremos mucho, pero necesitamos poco. Queremos enfrentarnos al mundo, y dejarlo del revés. Queremos dejar marca. Queremos que nos conozcan. Somos jóvenes y, como tales, intentamos ser como todos, a pesar de ser muy diferentes. Vivimos las primeras desilusiones, y empezamos a ver qué es eso a lo que le llaman "vida" aunque no llegamos a tenerlo. No nos gusta estudiar, y escuchamos la música un poco demasiado alta. Podemos pasarnos todo el día sin hacer nada, porque somos perezosos. Nos cuesta dormirnos y nos cuesta despertarnos. Somos de ir siempre tarde. Bebemos y fumamos, aunque sepamos que es demasiado pronto para hacerlo. Reímos y lloramos por culpa de la misma persona. Creemos ser un desastre, y ser lo mejor del mundo. Queremos serlo todo, sabiendo que no somos nada. Pero, somos jóvenes, y tenemos toda una vida para darnos cuenta de qué va todo. Así que, de momento, podemos divertirnos y quizás, sólo quizás, llegaremos a ser felices. Pero es que somos jóvenes y, como tales, nos toca serlo todo: Felices, tristes, enfadados y extraños. Porque somos jóvenes y, como tales, sólo queremos una cosa, ser.

Estrellas fugaces.

Ojalá existiera eso, una máquina que pudiera hacerte viajar en el tiempo. Volver a ese momento en el que todo se fue a la mierda, y evitarlo. Corregir los errores y revivir los momentos más felices de tu vida. Poder volver a abrazar a esa persona que ya no está entre nosotros, o poder volver a disfrutar de tu última primera vez. ver con tus propios ojos todos esos momentos de tu infancia en los que tu madre te dice que eras tan feliz, o incluso volver a los momentos en los que te sentiste solo y simplemente estar ahí, para que tu "Yo" del pasado deje de sentirse sólo.

Ojalá pudiera avanzar el tiempo, y dejar todo esto pasar. Dejar que las lágrimas se convirtieran en carcajadas. Que los cortes se volvieran besos. Que la soledad se volviera amor. Avanzar el tiempo tanto como fuera necesario para que la depresión pasara.

Ojalá pudiera parar el tiempo, y salirme un momento de mi mundo para verlo desde fuera. Poder parar mi vida, y pensar qué carajos estoy haciendo con ella. Ver los que he hecho, y las posibilidades que tengo por hacer. Para mi mundo y reflexionar sobre qué me hará más feliz.

Pero no. No existe tal cosa. No existe una máquina que controle el tiempo. No podré volver a ver a esa persona que se fue, y no podré observar mi "yo" del futuro. No podré parar mi mundo unos instantes, y mirarlo desde fuera. Por más que lo desee, y por más que lo pida a las estrellas fugaces, no puedo. Porque si volviera atrás y corrigiera mis errores, ahora no sería tan fuerte. Si parara el tiempo y lo mirara desde fuera, no me equivocaría, y no podría aprender de mis errores. Y si fuera hacia delante, a donde fuera feliz, ¿cómo sabría volver a luchar?

Ojalá pudiera pedirle una máquina del tiempo a las estrellas fugaces, pero no. Las estrellas fugaces no pueden arreglar el mundo.

¿Volverás?

- ¿Qué le ha pasado a mi pequeña?
- Se ha ido.
0:12am
El rímel está manchando mi cara, hace que me parezca un poco al joker. No me importa demasiado. Quizás ahora la gente dejará de preguntar si estoy bien.
0:54am
Está lloviendo, fuera. Quizás incluso el cielo llora por ti. ¿Lo oyes?
1:38am
He lanzado ese oso que me regalaste por mi cumpleaños por la habitación, y uno de los botones que le hacían de ojos se ha caído. Creo que esto me ha roto el corazón más que cuando tú te fuiste.
2:46am
Ahora estoy riendo. Quizás estoy riendo un poquito demasiado alto. Mi madre me dice que está un poco preocupada por mi salud mental. Le digo que estoy bien. No le digo que yo también estoy preocupada.
3:10am
He puesto mi música un poco demasiado fuerte y he despertado toda la casa. Estoy llorando. La canción me hace recordarte. Me han dicho que intente descansar un rato, que me irá bien. ¡Ja! Cómo si a las pesadillas les importara que me vaya bien descansar.
4:17am
Estoy agotada, pero no de la falta de sueño. Estoy agotada de sentir demasiado y, aún así, no sentir suficiente. Mis pulmones se están agotando, y desearía poder dejar de sujetarme a la nada como si estuviera sujetando tus manos. No quería que te fueras.
5:49 am
Tengo mucho que decirte todavía, y las paredes no saben escuchar. Pero por lo menos no se irán. Pensándolo bien, escuchan mejor de lo que tú lo hacías.
6:13 am
Es casi de día. Iré a ver cómo sale el sol sola, y quizás hoy no me sienta tan patética. Quizás consiga superarte finalmente. Sí. De todos modos, nunca me mereciste. Ahí te pudras.
7:45am
Bueno, eso fue tonto. Vuelve. Por favor, vuelve. Te juro que podremos volver a empezar y fingir que esto no ha sucedido nunca. Podremos volver a hacerlo todo de nuevo y, esta vez, funcionará. Te lo prometo.
8:00am
Ya, lo sé. Eso también fue tonto. No puedo pedirte que vuelvas. No volverás jamás, ¿verdad? No. No puedes. No puedes maldita sea. Te quiero. Te echo de menos. Siempre te recodaré. Te lo prometo.

Hola, otra vez.

Hola,
Soy yo otra vez. Sé que no te gusta que te escriba, ni que te llame, ni que te hable, ni que te piense. Sé que hace tiempo que lo dejamos, y que tú ahora estás con ella. Lo sé, y me alegro muchísimo de saber que eres feliz. Me alegro muchísimo que ella te de todo eso que a mí me faltaba.

Te echo de menos, joder.
No te escribo para pedirte que vuelvas, sé que no serviría de nada, te escribo porque he decidido comerme mi orgullo, y decirte que te necesito. Ya sabes, soy diferente, no puedo hablar con cualquiera de cuánto te echo de menos. No lo entenderían. Sólo alguien que supiera cuánto te quise podría llegar a entender cuánto te extraño. Y ahora mismo, sólo tú pasas por mi cabeza.

No me gustaría hacerme pesada, pero quería decirte que cuando decía "Te quiero" iba en serio. Que no era uno de esos juegos, que no mentía cuando decía que yo te quería más. ¿Te acuerdas de cuando peleábamos por saber quién quería más a quién? Pregunto por preguntar, porque ya se que no. Creo que te has olvidado de todo. ¿Te acuerdas si quiera de cuánto y cómo te quería?

Tengo un problema. Y te lo digo a ti porque... No sé, porque he visto tu nombre entre mis mensajes, y he empezado a acordarme. Es curioso, antes de salir contigo tenía millones de problemas, y ahora sólo tengo uno, que duele mucho más que los millones de antes. Tú. Tú y tu puta sonrisa sois mi único problema. ¿Por qué no te sales de mi cabeza? Llévate todos estos recuerdos, todas las heridas, todos los besos, todas las noches, mañanas y tardes. Llévate contigo cada uno de los "te quiero" y todos los "ojalá estuvieras entre mis brazos". Devuélveme la serenidad en mi vida, devuélveme la rutina, devuélveme la sonrisa. Devuélveme el corazón. Y llévate tu olor que aún está pegado a mis sábanas, y llévate el tacto de tu piel que sigue pegado a mi cuerpo. O mejor no. Mejor no te lleves nada. No te lleves los paseos por ninguna parte, y las excursiones a donde nos llevaran los pies. No te lleves tu "Te adoro más que a la pizza". No te lleves tus palabras bonitas, ni las veces en las que intentaste curar mis heridas. No te lleves nada, porque no estoy segura de que quiera olvidar la mejor parte de mi vida.

Siento molestarte a estas horas, pero es que se me ha venido a la cabeza la estúpida idea de que quizás tú seguías queriéndome. Qué estupidez, ¿eh? Si incluso yo se que los "para siempre" eran de dos meses, y que los "Te quiero" iban con condiciones. Si incluso yo sé que quizás ni siquiera te gustaba. Si incluso yo sé que siempre preferiste a las otras. Las otras, las que eran guapas, delgadas, simpáticas, normales. Tranquilo, no te culpo por no querer salir con alguien así, alguien como yo. Si es que, incluso yo sé que nadie lo haría, ni siquiera yo.

Decepciones.

Imagínate esto: Llevas más de un año esperando algo, un día, una hora, un abrazo, una persona. Llevas más de un año soñando en el momento en que sus brazos te rodearán, y te sentirás protegida otar vez. Llevas todo un año aguantando las lágrimas de saber que aún quedaba mucho. Pero ahora ya no queda mucho. Ahora no queda nada. En unas horas tendrás sus brazos entre los tuyos, y todo volverá a estar bien.

O por lo menos eso es lo que piensas.

Como no podría ser de otra forma, algo malo pasa. No puede venir. O quizás eres tú la que no puede ir. Llueve, no te dejan salir. O quizás hace tanto sol que salir sería peligroso para tu piel. Vuelves a imaginarte tus brazos rodeando su cuerpo, y te convences de que da igual, que pase lo que pase tu quieres estar ahí, con esa persona. Pero no. Llámalo karma, llámalo destino, llámalo vida; pero hay algo que no te permite que cumplas tu único motivo de seguir adelante des de hace tanto tiempo. Sientes como imaginártelo ya no te reconforta, si no que te debilita. Te vuelves inmune a tu imaginación.

Y es ahí cuando entiendes que la vida se crea de decepciones. Decepciones como esta. De sueños frustrado y momentos tristes. Te decepcionas, te frustras, la ira te corroe por dentro. Pero no dejas que te dominen. Sigues serena como si nada se estuviera desmoronando, como si todo estuviera bien. Eres experta en fingir este tipo de cosas.

Y no sabes si al final se solucionará todo, o seguirá rompiéndose hasta que te rompas tú. Pero sí sabes una cosa, no te rendirás.

¿Me lees?

Y llegará un día en el que pasará. Leerás lo que escribo. Leerás y imaginarás tu nombre entre lineas. Lo leerás y te imaginarás estar delante de mí, y yo diciéndotelo, quizás enfadad, quizás triste. Llegará el día en el que pensarás que sigo pensando en ti, que cada vez que cierro los ojos te veo, que sigo queriéndote como la primera vez que te dije te quiero.

Quizás ese mismo día saldrás a la calle, y me verás. Sola, o acompañada. Quizás leyendo, quizás escuchando música, o quizás haciendo las dos cosas a la vez. Saldrás a la calle y me verá feliz. Y quizás te arrepentirás de haberme perdido, o quizás no. Quizás te dolerá verme sonreír, y saber que tú no eres el causante de esa sonrisa, o quizás no. Quizás te atreverás a hablarme. Te acercarás, y me dirás tu típico "¿Cómo vamos?". ¿Te miraré mal, o te sonreiré mi típico "Caminando"? Quizás no te acercaras a hablarme, pero llamarás mi atención de algún modo, y me harás sonreír. O quizás no, quizás sólo te quedarás allí, mirándome sin saber exactamente qué hacer.

Quizás algún día leerás lo que escribo, y te darás cuenta de que los "te quiero" iban en serio. O quizás te darás cuenta de cuánto me echas de menos, y serás suficientemente valiente como para saludarme cuando vuelvas a verme. O quizás me llamarás. O quizás no, quizás sólo te quedarás ahí recordando nuestros momentos, y dándote cuenta de que nadie te ha dado momentos mejores.

Y quizás tu también me ames.
Leerás lo que escribo. Y te peguntarás si va para ti, o si es para mi nuevo amor. Y quizás irá para ti, y quizás no irá para nadie. Quizás querrás saberlo y me preguntarás, o quizás no lo harás por miedo a un "no" por respuesta. Leerás lo que escribo, e imaginarás tu nombre entre lineas. Y sabrás que tienes razón, porque te dije que me robaste el corazón.

Mírala.

"Estoy bien".
¿Cuántas veces te lo ha dicho, y cuántas te lo has creído? ¿De verdad? ¿Crees que está bien? Mírala. Mírala de frente, de espaldas, de un lado y del otro. Mírala de cerca, de lejos, estirada y de pie. Mírala, háblale, entiéndela. Mírala y descubre sus ojos vidriosos, y sus ojeras. Mírala y piensa por qué va con sudadera, incluso cuando hace calor. Mírala y recuerda cuántas veces la has visto en manga corta. ¿Te acuerdas si quiera de la última vez que la oíste reír a carcajada suelta?

Mírala caminar, y fíjate que evita el contacto con la gente. Mírala aislarse, y fíjate que intenta ser invisible. Fíjate en ella, y en cada uno de sus movimientos. Sus manos temblando, sus dientes hundiéndose en sus labios, sus auriculares en sus oídos, y la música al máximo. Mírala y date cuenta de ese pequeño detalle que muy pocas personas ven. Mira cómo sonríe, y piensa si, años atrás, sonreía del mismo modo.

¿Ya? ¿Lo has visto? Hace tiempo que ella y yo sabemos que no está bien, aunque diga estarlo. Pero tú aún no te habías dado cuenta, ¿eh? ¡Qué fácil es simular la felicidad, y qué difícil esconder la tristeza! Pero, ¿sabes? Lo mejor será que no le digas lo que sabes. Porque si se lo dices, si le cuentas que la has mirado, que has visto cómo temblaban sus manos, cómo se ahogaban sus ojos, o cómo intentaba ser invisible, ella lo pasará mal. Pensará que eres como los demás, y que sólo lo has hecho para reírte de ella.

Mírala. De lejos, de cerca, del derecho, o del revés. Y si te atreves, aunque sea por un instante, a decirle que sabes su secreto, échale cojones, y lucha contra sus ganas de echarte de su vida. Échale fuerzas, abrázala y dile que estarás aquí. No le digas para siempre, porque todo el mundo lo dice. Dile que estarás cuando te necesite. Y poco a poco, sin hacerle daño, y sin cortarte con los pedazitos de su corazón, ganatela. Porque si consígues ganar sus ganas de echarte de su vida, si consigues llegar a ella, la merecerás, y te dejará tenerla. Porque te juro que por ese entonces, ya se habrá dado cuenta de que no eres como los demás, de que no te fijas en ella para reírte.

Que tú te fijas en ella para quererla.

C A O S.

Hoy voy a ser sincera, porque me he cansado de siempre estar rodeada de mentiras. Mi vida siempre llena de "Estoy bien" que no son verdad, de "No me importa" que duelen, de "Ya lo he superado" que me corroen por dentro. Pero hoy no. Hoy no habrá más mentiras. No estoy bien, no lo estoy. Supongo que es cosa de mi falta de madurez, o no sé qué es. Yo sólo sé que no soy feliz. Sólo sé que me falta algo, pequeños detalles que me harían ser feliz.

Escribo para desahogarme, o me desahogo escribiendo. La maldita hoja en blanco que refleja todos mis pensamientos. Esa hora en blanco que llevo horas intentando llenar con mis sentimientos, pero esta vez están demasiado al fondo, demasiado negados a salir, demasiado enredados entre ellos. No creo que tenga tiempo, ni ganas, de ordenarlos. No quiero volver a sentir dolor. Ni tristeza. Ni soledad.

Mi cabeza es un caos. Y mi corazón está aún peor. Mi estómago está harto de mariposas muertas. Mis ojos han empezado a creer que son una piscina. Mis manos ya no saben cómo dejar de temblar. Mi voz ya no sabe cómo travesar los muros de mis labios. Mi cuerpo entero está agotado de ser mío. Y yo estoy agotada de ser yo. Con mi cara, mi cuerpo, mi carácter, mis pensamientos y mi vida. Aunque no estoy segura de que a esto se le pueda llamar vida.

Estoy sola. Podría no estarlo, lo sé. Podría ser como los demás: falsa, hipócrita, vulgar, ordinaria. Pero no, yo soy yo. Y, aunque a veces me sienta muy orgullosa de serlo, ahora mismo estoy harta de ser yo. Porque no me gusta tener que estar todo el día encerrada en casa, sólo por que no tengo con quién salir. No me gusta ser la única que tiene libros, en vez de amigos. Empiezo a estar bastante harta de que me señalen y susurren "Mira, es la chica rara, la que siempre está sola."

No, no estoy bien. Podría estarlo, podría ser feliz. Porque soy fuerte. Sencillamente es que me he cansado de tener que ser siempre yo la que aguanta las horas de sufrimiento. Me he cansado de ser siempre yo la que no puede llorar. ¿Tengo que ser siempre yo la que levante a los demás? Y a mí, ¿quién me levanta? Nadie. Porque nadie es suficientemente valiente como para enfrentarse a mí, y al caos de mi vida. Pero lo entiendo.

Yo tampoco soy lo suficientemente valiente como para enfrentarme a mí misma.

L O S I E N T O.

Mamá, tengo que decirte algo. Y quisiera decirtelo hablando, pero cuando creo que voy a decirtelo, se me hace tal nudo en la garganta, que sólo me sale decirte que hoy me ha ido bien en el instituto. Pero es que eso es mentira. Todo son mentiras. No me ha ido bien. Ni ayer, ni antes de ayer. Hace mucho tiempo que no me va bien. No tengo a nadie allí, me cuesta entender lo que me explican, y siento como que... Como que yo no tendría que estar allí. Lo paso mal. Intento esconderme de las miradas curiosas de los otros. No quiero que vean mi cuerpo, para que no piensen que estoy gorda, y me visto con ropas lasrgas y anchas, que no se ciñen a mi vergonzosa figura. Voy diferente a las demás, soy diferente a las demás. Y me da algo de miedo que me tachen de rara. Así que, sencillamente, no dejo que se acerquen a mí. Me hago la invisible, sentada en la esquina de la clase, e intento que ni siquiera los profesores sepan que estoy ahí. Es por eso que saco malas notas, mamá. Es por eso que me riñes cada vez que te traigo el papel con las notas. Es precisamente por eso. Por ser diferente.

Y entonces, después de un duro día de esconderme, llego a casa. Llego a una casa donde vivo con gente que me conoce y que me quiere, pero donde me siento una extraña, como si ya no os conoceira. O como si vosotros ya no me conocierais a mí. Me siento una intrusa. O quizás siento que soys vosotros los intrusos, que no me dejáis llorar tranquila. Que hacés que tenga que aguantar mis lágrimas hasta la noche, sonreír, y haceros creer que estoy bien. Quisiera poder llegar a casa y hecharme a llorar, sin que vengáis y os preocupéis. No quiero haceros daño, suficiente daño me hago a mí misma.

Me encierro en mi habitación, y me pongo a pensar. Me pongo a pensar cuánto me duele no ser la hija que esperabas que fuera. Esa hija que salía cada día con sus perfectas amigas, que son unas grandes estudiantes. Esa hija que nunca te contestaba, y que siempre hacía exactamente lo que tú querías. Esa hija que no sólo sonreía, además era feliz. Lo siento.

Pasaron cosas, mamá, cosas malas, cosas dolorosas, cosas que me cambiaron. Y ahora soy así, y te digo que estoy bien. Aunque quisiera decirte que estoy tremendamente hundida en una depresión de la que no creo que me levante jamás. Quisiera decirte que me doy asco, y que no me quiero ni un poco. Quisiera decirte que me siento tremendamente sola, incluso cuando me abrazas. Quisiera contarte uno por uno todos mis temores. Quisiera decirte que me encantaría que fueramos una família feliz o, por lo menos, una familia normal. Quisiera poder decirte que me paso tantas horas en internet, porque aquí me puedo desahogar sin ser juzgada. Pero no puedo mamá. Por más que lo intente, no puedo. Así que, sólo te digo una cosa.

Lo siento, mamá, ya no puedo ser feliz.

E S P E R A R.

La gente suele decirte que "Solo tienes que esperar y creer" para cumplir tus sueños. Y sí, al principio les crees y les haces caso, pero con el tiempo, te acabas cansando de esperar. De siempre estar en el final de la lista. De siempre ser la última en hacer todo, o nada.

Esperar, esperar y esperar. ¡Estás harta de esperar! Llevas esperando toda tú vida, y todavía no has hecho nada. Porque de tanto esperar, te has olvidado de vivir. Y ahí está el error. Deja de esperar que llegue el fin de semana, o la semana que viene, o esta misma noche, o el verano. Deja de esperar y date cuenta que ahora mismo está sucediendo algo maravilloso a tu alrededor. Sólo tienes que secarte las lágrimas, levantar la cabeza, abrir tu mente y mirar más allá de tus límites.

Porque, aunque tú creas lo contrario, existen muchas cosas que van mucho más allá de tus límites. Y, de hecho, no deberías tener límites. O sí, deberías tener un límite. El cielo.

D E S P E R T A R.

Me persigue. Eso me persigue. Quiere cojerme. Giro a la derecha. Corro rápido. Le tengo demasiado
cerca. Miro hacia delante y me encuentro con una calle sin salida. Mierda. Me va a pillar. Ya me tiene. Me ha cogido. Adiós mundo. Abro los ojos. Mi respiración es acelerada, palpo rápidamente a mi alrededor. Estoy estirada en mi cama. Vuelvo a cerrar los párpados, deseando volver a mi pesadilla. Sí, era terrorífica, pero no es peor que la realidad que me espera. Al recordar que somos lunes, desearía estar como en la pesadilla, muerta.

"Vamos, despierta, llegarás tarde." me dice mi madre. ¿Cómo le explico que me da igual llegar tarde? Es más, ¿cómo le explico que no tengo ganas de ver a ninguna de las personas de mi clase? No puedo. No puedo hacerle daño. Ya le he hecho daño a demasiada gente. Sólo puedo hacerme daño a mí.

Abro los párpados e intento convencerme. Vamos, tú puedes, levántante. No sirve de nada, sé que no voy a hacerlo tan fácilmente. Apoyo mis manos en el colchon y empujo fuerte. Me levanto antes de volver a caer sobre mi cama. Un paso menos para el fin del día.

Me visto rápidamente, intentando no rozar mis cicatrices. Me las cubro rápidamente con mis pulseras, practico mi falsa sonrisa en el espejo, y salgo de casa. Me pongo los auliculares con la música al máximo, e intento no escuchar mis pensamientos. Es más difícil de lo que parece. Se han metido en mi cabeza, en mis sueños, en mí. Están por todas partes susurrando a gritos todas las verdades que yo me niego a aceptar. "Eres inútil.", "¿Por qué vas a clase, si no vas a poder hacer nada con tu vida?", "Ríndete, harías un favor al mundo."

Me dijo "Si te caes, te cogeré.", y lo hizo.
Casi logran hundirme. Casi. Pero ahí está él, mi ídolo. Le debo todo. Le debo mi vida. Y sí, tienen razón,no me conoce, jamás lo hará. Pero yo le conozco a él. Y él ha estado aquí para evitar que todo se hundiera. No me conoce, pero yo sí a él. Y le agradezco cada uno de sus "Todo volverá a estar bien" porque son lo que me ha dado la fuerza. Le agradezco cada una de sus sonrisas, porque son lo que me han dado las ganas de seguir adelante. Le agradezco todo lo que ha hecho por mí, porque me ha hecho sentir querida.

Le agradezco salvarme.

D I F E R E N T E.

Loca no, diferente.
Ahí estoy yo, dulce, infantil, sensible. Como una niña pequeña encerrada en el cuerpo de una adolescente. Pero no tengo ningún problema, me gusta como soy. Es sólo que... No sé, poco a poco veo que las demás empiezan a tener novios, líos, la mayoría pierden la virginidad...

Y luego estoy yo, que me pongo nerviosa cuando un chico me dice algo bonito.

Y sí, hay veces en las que me siento tan diferente de los demás, que siento que soy tan única, tan especial, que tengo miedo. Tengo mucho miedo de quedarme sola. De no encontrar alguien tan especial como yo. De ser siempre diferente y que los demás no me entiendan. Que no logren comprender por qué hago las cosas como las hago.

No es que me vaya mal siendo diferente, de hecho, estoy bastante feliz con mi vida, pero es como que necesito más. Noto que me falta algo. No sé exactamente qué es, no sé si, quizás, debería cambiar para parecerme un poco a los demás. Pero es que es tan difícil cambiar.

Cambiar es algo que no estaba en mis planes. Y sigue sin estarlo, pero está en mi cabeza. Me da miedo hacerlo, y cagarla. Es que, para ser sincera, no creo que pudiera parecerme a ellos. Porque soy diferente. Soy... Sí, "diferente" es la palabra que mejor lo describe.

Estoy orgullosa de ser diferente, de ser yo. Pero, ¿y si nunca encuentro alguien que se parezca, aunque sea un poquirritín, a mí?

A M O R.

Nunca se me ha dado demasiado bien empezar algo así pero bueno, supongo que será porque las primeras impresiones son las que más cuentan.

Pero esto no va de quedar bien, así que rompo el hielo con algo tonto así como... Como que te quiero. Te quiero muchísimo. ¿Sabes qué? Que lo digo con la cabeza bien alta y con la boca llena de orgullo, porque me hace la persona más feliz del planeta gritarle al mundo que estoy enamorada de ti. Yo nunca he sabido demasiado bien cómo era la persona que quería en mi vida. Supongo que la gente va provando y provando, viendo lo que le gusta y lo que no, hasta que se hacen más o menos una idea de cómo es la persona con la que quieren estar en su vida.

Pues yo no tenía ni idea hasta que me crucé contigo.

Te aseguro que yo tenía bastante claro qué era lo me podía hacer feliz y lo que no; que era lo que me gustaba y que no. Pero ahora me doy cuenta de todo lo que me he estado conformando en mi vida. Tampoco es que me haya ido mal, pero si no estoy ahora en el paraiso, tiene que ser algo muy parecido. Me hace gracia decirte esto, pero hay veces que pienso que sabía que me iba a enamorar de ti. Aunque te diga loco siempre que me dices todo eso de que el destino existe, y yo te digo que ¡qué vá!, ¡que es imposible!

Ahora no se sale tanto de mis calculos.

No sé si se le llama destino, se le llama cosas que tienen que pasar en la vida; pero hay cosas que son inebitables y que al final acaban surgiendo. Y lo nuestro tenía que surgir, por destino, o porque sí.

Tengo clavadísima en mi cabeza la imagen de la primera vez que te vi y me entró la risa tonta. ¡Que idiota! Pero es que para mí eres como la fuerza, el valor, las ganas de comerse el mundo, el quiero y lo voy a conseguir cueste lo que cueste, que la risa va antes que el dolor, las cosquillas antes que ponerse a sufrir. Eres energía, pura energía. Para mí, y para todo el mundo que te conoce y está a tu alrededor. Y bendito mi privilegio de poder disfrutar de tu sonrisa y de ti cada día que paso a tu lado. ¿Cómo carajos lo haces para no dejar de sorprenderme día tras día?  Que cada vez que estoy contigo digo "No, vale, ya, esto no puede ir a mejor."

Y vas tú, con todo tu morro, y me vuelves a romper los esquemas.

Lo que más me gusta de todo esto, es un pequeño detalle, que para mí realmente es el más grande. Disfrutar el momento como lo haces. Eres mi maldito Carpe Diem. Me da igual lo que pase mañana, nos da igual lo que pase mañana. Porque si estoy aquí hoy, contigo, te vivo y te disfruto tan insentamente que es que me da igual todo lo demás.

Me da igual. 

Pues sí, pequeño, puedes sentirte muy culpable; porque has sido tú el que ha dado un vuelco a mi vida. Brutal. Y supongo que ni tú ni yo lo esperábamos. Yo no esperaba enamorarme de esta manera. No esperaba estar tan así derepente. Pero has llegado y ahora ya, claro. ¿ahora qué hago?

No te esperaba pero la verdad es que creo que estaba deseando encontrarme contigo.

No voy a darte las gracias, porque, aunque deba dartelas, prefiero dártelas en besitos y tonterías de esas que hago yo. Para mí será un honor enorme acompañarte este tiempo que me queda. Porque te quiero pillar con las mismas ganas cada día de mi vida.

Te quiero con las mismas ganas cada día de mi vida.

Y te quiero.

Te quiero.

P O S I T I V I S M O

Voy a empezar siendo sincera.

Estoy gorda. Y soy fea. Pero, ¡oye! ¿Dónde está el problema en eso? Acaso… ¿Voy a hacer daño a alguien por pesar más de lo que debería? ¿O voy a causar un desastre natural por no ser perfectamente proporcionada? ¡Oh por favor! Espero que no.

El caso, es que me da igual.

Ya desde muy pequeña he sufrido de bullying psicológico. Aunque no me han pegado nunca, me han insultado, y a veces las palabras duelen más que los golpes. Me han dicho gorda, fea, inmadura, tonta, gilipollas, y un montón más de insultos que paso de recordar.

Porque me sigue dando igual.

Hace 4 años mi padre me dijo “Tú sabes quién eres, y sabes que no eres nada de lo que ellos dicen. No dejes que te cambien.” Por ese entonces yo tenía 12 años. Acababa de entrar en la ESO y no entendía qué quería decir. No entendía como unas palabras feas podían cambiarme y, sin darme cuenta, lo hicieron, me cambiaron.

Dejé de ser la chica infantil e inocente que siempre sonreía, para ser la lameculos de turno, que le iba detrás a todos sólo porque quería que dejaran de insultarla, y ese era el único modo.

Hacía todo lo que me pedían. Si me decían que les comprara algo, se lo compraba. Si me decían que me vistiera de un modo, me vestía como decían. Si me decían que fuera a no sé dónde, iba. Hasta aquí bien. Lo que pasa es que, si me decían que robara, lo hacía. Si me decían que arriesgara mi vida por ellos, lo hacía.

Dejé de jugar con mis muñecas, para convertirme en su mejor juguete.

Y fue ahí cuando entendí lo que mi padre me decía. Era tal el miedo que tenía a que me insultaran, a que me hirieran por dentro, que me dejé manipular. La chica que iba por la calle con la cabeza baja, la que lloraba por las noches, la que ya casi no tenía amigos de verdad, se parecía mucho a mí.

Pero no era yo, era lo que ellos me habían llevado a ser.

No tenía amigos, no tenía a nadie a quien querer, porque no me quería a mí misma. Me repugnaba, me daba asco. Asco del de verdad. De llegar a tener ganas de vomitar con sólo verme al espejo. Aunque nunca llegué a hacerlo, más de una vez me lo planteé.

Tenía miedo de todo y de todos. Tenía ganas de desaparecer. No tenía ganas de nada, ni de estudiar, ni de seguir adelante, ni de reír, ni de sonreír. Nada. Lo único que quería era que dejaran de insultarme.

Sólo pedía que dejaran de pisarme.

Así que decidí cambiar. Dije, “Voy a hacer caso a mi padre.” Empecé a hacer como que los insultos no me importaban, y acabaron por no importarme. Me entraban por una oreja, y me salían por la otra.

Era yo contra el mundo, y siempre ganaba yo.

La gente se empezó a poner de mi lado, vieron que la falsedad no es lo mío, que yo soy una persona en la que confiar. Vieron que si estás a mí lado, te lo pasas bien,  ríes y sonríes, sin miedo a que nadie te rompa la sonrisa. Y así descubrí que, siendo yo misma, podía llegar a ser mucho mejor de lo que lo era comiéndole el culo a los demás. Y dejé de hacerlo. Dejé de ir detrás de la gente, para empezar a ir delante. Dejé las críticas y los miedos encerrados en una caja, y tiré la llave al río. Y dije, “Dentro de 4 años, quiero llegar a quererme a mí misma.

Y, creo  que puedo aceptar que sí. He llegado a mi meta. Aunque sé que mi cuerpo no es el mejor, ni lo será nunca, mi personalidad sí. Mi personalidad es de las mejores que conozco, y no es que conozca pocas, precisamente. Y aunque esto pueda sonar egocéntrico,  mi personalidad es bonita, fuerte y divertida. Tengo complejos con mi cuerpo, ¡claro que los tengo! Pero es que ¿Quién no los tiene con 16 años? Quiero un cuerpo delgado, y una cara bien proporcionada. Quiero un millón de cosas, pero no las tendré, y lo tengo aceptado. Pero hay algo que sí que tengo, y que es mucho más valioso que cualquier otra cosa en el mundo.

Una  sonrisa verdadera en la cara.