Entre broma y broma, la locura asoma.

Y un día ocurre, sin esperarlo, sin entenderlo, sin quererlo. O tal vez sí. Tal vez pasa como cuando encuentras algo que buscabas hace tiempo, mientras buscas otra cosa. Quién sabe. El caso es que empiezas a hablar con alguien. Y créeme, eres consciente de que empezáis a hablar por una chorrada. Sin duda alguna, eres consciente que todo lo que decís son puras gilipolleces. Pero te ríes. Y sabes que no deberías.

Lo sabes.

Mira, tengo muchos defectos. No soy la persona más lista del mundo, y soy bastante vaga. No sé montones de cosas, ni he leído más que hablado. Me considero alguien culto, sí, pero no los suficiente. Pero si hay algo que sí sé, si hay algo que puedo jurar y perjurar que es cierto, es que el amor se crea entre risas y a las tres de la madrugada. Lo tengo demostrado: si estás saliendo con alguien y a las tres de la madrugada no os reís de auténticas locuras que cruzan vuestra mente, es que realmente no deberías estar saliendo con esa persona. Déjala. Porque el amor va muy ligado a la risa. A la carcajada limpia que te llena y te vacía a la vez, y que te hace creer que sí, que esto va bien.

Pues eso

Que te ríes con él a las tres de la madrugada y sabes que la estas cagando, que no deberías. Que has pasado por esto ocho mil veces. Te convences que aún te cae mal, como cuando le conociste. ¿Te acuerdas? "Menudo subnormal" pensaste. Sí, bueno, ese subnormal te mantiene desvelada ahora. E incluso te avergüenza saber que sientes algo más que simple amistad. Porque, joder, nunca os habéis caído bien. ¿Porque ahora tienes ganas de llamarle a las 7 de la tarde y a las dos de la madrugada y a las once de la mañana? Cuando sea, qué más da. Lo importante es oír su voz, y su risa, y sus bromas.

Pero vamos a ver.

¿Cómo no te ibas a enamorar, eh? ¿Cómo? Si entre tu risa y la suya hay tres latidos más de los que deberían. Si tu broma y la suya comparten la misma locura. Locura sana. No una locura de manicomio, peor aún. Una locura de novela romántica.

Ay, madre de Dios.

No dejes que te haga enloquecer. Porque la cárcel del amor es peor que el manicomio.