Voy a romperme los esquemas. No volveré a hacer nunca lo que siempre he creído que tenía que hacer. Voy a experimentar, a probar. Soy joven, joder. Tengo 18 años, una vida por delante y alguna que otra experiéncia útil. No puedo encerrarme ya entre las paredes de "es o que toca". Voy a dejar de hacer cosas porque es lo que se supone que tengo que hacer, y voy a empezar a hacerlas porque quiero hacerlas. O porque algo dentro de mí me dice que estaré mejor haciéndolas.
Voy a experimentar de todo. Sexo, drogas, alcohol, fiesta... Sí, pero también libros, tranquilidad, paz, descubrimientos... Voy a empezar a ser esa chica bohémica que cautiva a todos por su aura difierente. Voy a empezar a ser la chica que cualquier artista querría tener como musa. Con mis fallos y mis perfecciones. Con mis altos y mis bajos. Joder, voy a empezar a ser yo misma. Tengo 18 años y una vida por delante, no puedo encerrarme ya en mis pensamientos. Abriré la menta, las piernas, los brazos, los ojos y el corazón a todo lo nuevo que llegue a mi vida.
A partir de hoy estaré feliz, triste, asustada, estresada o nerviosa. Tendré mariposas en el estómago, sueños en el corazón y amores en la cabeza. Moveré los pies, los brazos, el alma, el cuerpo a mi gusto, cuando quiera y como quiera. Haré un poco de todo, y mucho de nada. Trabajaré y haré el perezoso, y dormiré y pasaré noches acompañada por mi insomnio y un cerveza. Y veré salir el sol, y desearé ser la luna para perseguirlo. O no, ¡qué coño! Seré el puto sol que va a iluminar mi vida. Y nadie, jamás, va a ser capaz de frenarme.
Hola pequeño. Llamaba para decirte que he decidido olvidarte. Quería decirte que esta va a ser la última vez que me oigas susurrando cuánto te quería. No volverás a saber de mí, por lo menos por mi misma. Voy a empezar a fingir que no existes y, igual así, con el tiempo, acabo creyéndolo. Igual acabaré creyendo que para mí, nunca fuiste más que ese chico mono con el que me hablaba pero con el que estaba segura que nunca, jamás, pasaría algo.Te digo, como siempre, que tires adelante. Me hundiste, sí. Pero no quiero que te hundas tú ahora. Así que ojalá te vaya muy bien todo, ojalá encuentres a alguien con quien conectes lo suficiente como para hacer algo más que fingir que la quieres. Y yo te iré dando empujoncitos, desde mi cabeza, a que quieras a la gente. Porque ya sabes lo que digo siempre, el amor mueve montañas.
Te llamo por última vez, porque he decidido olvidarte. Pero creía que tenía la obligación de decírtelo. Creía que debías saber que no volverás a saber de mí. Sigo recordándote, cada noche. Me cuesta adormirme cuando recuerdo cómo paseaban libremente tus manos por mi cuerpo. O cómo eras capaz de hacerme temblar con una sola mirada. A veces recuerdo incluso cómo las comisuras de tu boca subían un poco cada vez que me decías que me querías. Sigues doliéndome. Te lo digo porque creo que es esto, precisamente, lo que querías. Destrozarme. Pues, por última vez, te felicito. Lo has conseguido.
Sad nights.
Una vez me dijeron que si te duermes triste, no recuerdas tus sueños. Pero eso no es verdad. Tu fuiste un sueño y no dejas nunca mi cabeza. Y eso que estoy triste. Igual más que un sueño fuiste una pesadilla. Una larga, triste y repetitiva. Una de esas de las que no despiertas hasta que acaba, o hasta que estas a punto de morir. Yo desperté, al final, cuando te fuiste. Y estuve a punto de morir.
¿Qué me has hecho? Te recuerdo cada día, y te sueño cada noche. Has calado muy hondo en mi. Los círculos concéntricos que conforman mi vida empiezan y terminan en la tuya. Me has vuelto debil e inutil. Inutilmemte debil, eso.
Te has convertido en la cima de una montaña que no puedo escalar. Me has hecho perseguir estrellas fugaces para poder desearte, y ni eso ha servido. Me has roto en tantos pedazos que ya ni contarlos es posible.
Y yo recuerdo tus besos. No había invierno que mi hiciera temblar tanto como tus manos descubriendo lentamente mi cuerpo. No había tornado más fuerte que el que agitaba mi corazón cuando me besabas. No había mariposa que volara más rápida que la que removía mi estómago cuando me mirabas de esa manera, como escaneándome, como pidiéndome permiso para entrometerte en mi cabeza. No hay tormenta más húmeda que la que cayó de mis ojos cuando te fuiste.
Mírame: estoy hecha polvo. Intento dominar los pensamientos en mi cabeza, pero se escapan a buscarte. Dicen que después vuelven, pero nunca es así. Se pierden en ti y en tu sonrisa, y nunca encuentran el camino de vuelta. Y el mapa lo tienes tu, bien guardado. Lo tienes por ahí, con los trozos de mi vida que te llevaste. Quédate el mapa, pero devuelveme la vida, te lo suplico.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
