C R E C E R.

De pequeña creía en un mundo perfecto, de cuento.

Un mundo en el que la gente se ayudara entre sí, dónde no hubiera excusa para no cumplir los sueños, dónde la palabra "no" siempre iba acompañada de un "gracias".

Pero luego crecí.

Y al crecer, me di cuenta que los cuentos eran solamente eso, cuentos. Que la carta de Hogwarts no llegó, que no había un mundo detrás del armario, que no existían los superhéroes ni los príncipes azules. Aprendí que si no te esfuerzas tú, jamás pasará lo que quieres que pase. Que te rindes, nadie va a estar allí para pedirte que sigas adelante. Que nunca, jamás, vas a encontrar el "para siempre" que andas tanto tiempo buscando. Ni siquiera tus padres van a estar para siempre.

Porque todo pasa.

Todo sigue su curso, la naturaleza no se va a parar porque tú lo estés pasando mal. Nadie se va a para a pensar si tu sonrisa es verdadera o no. Lo único que van a hacer es sonreírte irónicamente, y hacerte creer que te quieren, cuando en realidad solo quieren algo de tí.

Aprendí que las heridas no las cura el tiempo por si solo, tienes que trabajar para curarlas. Y también aprendí que el tiempo será tu peor enemigo y tu mejor amigo, a la vez. Que los amores de los libros, solo pasan ahí, en los libros. Y que las historias bonitas sólo le pasan a la gente bonita. Que la gente es mala y te herirá, de un modo u otro, sólo buscarán hacerte daño y meter el dedo en la herida para, así, lograr que te desangres ante sus ojos.

Aprendí que la luz no es siempre buena, y que la oscuridad no es siempre mala.

Que, aunque estés rodeado de gente, te puedes sentir solo; y que, aunque estés solo, te puedes sentir acompañado. Que no todo siempre pasa como esperamos, pero que al final, acaba siendo mejor. Y que las cosas, buenas o malas, suceden por algo. Que no se tiene que tirar la toalla si no sucede a la primera.

Pero, sobretodo, que no se tiene que olvidar. Porque cada uno de esos recuerdos, cada una de esas historias guardadas en tu corazón como fotografias de un pasado mejor, esas son las que te han llevado a ser la persona que eres hoy. Cada uno de los errores te ha enseñado y te ha cambiado, cada una de las personas te han mejorado, y cada uno de los momentos buenos te han hecho sonreír. Y es por eso que jamás se debe olvidar. Pero tampoco se puede vivir en el pasado.

Así que ahora hazme un favor y sal a correr, o a hacer lo que sea que queiras hacer. Porque así, en un futuro, te va a servir para mejorar.

Llorar entre risas, reir entre llantos.

Si estoy mal, no me digas "Todo estará bien", no me abraces, no me des tu hombro para llorar. No, no hagas nada de eso. No hagas lo que le harías a una chica normal, porque yo no lo soy.
Llorar entre risas, reir entre llantos.

Si estoy mal, ven, cógeme la cara, haz que te mire a los ojos y dime "Mira que eres tonta, ¿eh?" y hazme reír. Haz que se me vuelvan a caer las lágrimas, pero acompañadas de carcajadas. Haz que olvide lo que me preocupaba, aunque sea un solo instante.

Haz que sea feliz, aunque sea un solo segundo.

Pero no esperes que con un "Sonríe princesa" se solucione todo. Porque no. Porque no se soluciona nada pidiendo que sonría. ¿Qué logras? Una sonrisa, falsa, de mi boca. Pero, ¿y? ¿A caso me has solucionado el problema? ¿A caso me has hecho olvidar mis temores? No, ¿verdad?

Pretendes que me enamore de ti porque me dices que sonría cuando estoy mal. No. Yo no me enamoraré de palabras. Yo no me enamoraré de aquél que me diga que sonría, si no de aquél que me haga sonreír. No me enamoraré de ése que crea que con un abrazo se soluciona todo, si no de aquél que remueva el cielo y tierra para darme un millón.

No me hagas sonreír cuando estoy enfadada, me puedo enamorar. Y, si lo haces, acepta las conseqüéncias.

Verano.

Pues no. Mi verano no ha sido de película. No he salido, no he bebido, no he besado, no me he enamorado ni me han dicho palabras bonitas. No he hestado todo el verano rodeada de gente, ni he ido a fiestas en la piscina, ni he contado las estrellas en el cielo. No he hecho 40 millones de fotos, en realidad, sólo he hecho unas 10 fotos.

Pero, ¿sabes? Mi verano ha sido perfecto. He conocido a gente que me ha alegrado y entristecido. Gente que me encantaría poder ver cada día, pero que no puedo. Mi verano ha estado lleno de libros, películas, risas, lágrimas, realidades, fantasías...

Se acaba un verano perfecto, para dejar que me prepare para uno mejor.

Un año para recordar.

*Beep beep*
Mi alarma vuelve a despertarme a las 7:30 de la mañana, como cada día. Cuando me vuelvo a estirar para seguir durmiendo, a mi madre no se le ocurre nada mejor que abrir las cortinas de mi habitación y desvelarme completamente. Así que me levanto como puedo y voy hacia la cocina.

Desayuno rápido y me voy hacia la ducha. Me ducho por la mañana porque, si no, no soy persona. Cuando he acabado de ducharme viene el peor momento del día, elegir la ropa. No soy muy presumida, pero me gusta gustar. Cojo unos pitillos negros, una sudadera gris, un gorro negro y mis Vans. Me peino mi rubio y liso pelo. Me preparo la mochila con los libros y miro la hora.

Aún me queda media hora para empezar clases, así que me pongo un rato en el ordenador. Al abrirlo veo el día, viernes 10 de Octubre de 2012. No puede ser, ¿cómo se me había pasado? ¡Hoy cumplo un año con Óscar! Óscar es mi novio. Nos conocimos el primer día de universidad y nos hicimos amigos al instante. Por lo visto, ambos estábamos enamorados del otro, pero fuimos tan tontos que no nos atrevimos a decirnos nada. Pasamos así hasta inicio de segundo, y él dio el primer paso. Ahora, un año después, lo quiero más que a nadie en este mundo.

Cojo la bici y me planto en la universidad en 15 minutos. Y ahí está él, esperándome como todos los días. 

Lleva puesta su sudadera negra de OBEY y unos tejanos de cinturilla baja que lleva por medio culo. Sonrío. Creo que no le he visto nunca con unos pantalones por la cintura, siempre los lleva bajos. Lleva las Vans que yo le regalé y unas gafas de sol. No me ha visto, ¡bien! Dejo la bici en el parking de bicis y voy hacia él por detrás. Cuando llego a él, le tapo los ojos y le beso la espalda.
                   – ¿Quién soy? – digo distorsionando mi voz.
                    Mmm… Teniendo en cuenta que tiene usted unas manos muy finas y que sólo hay una persona que me bese de ese modo la espalda, creo que eres mi chica. – se gira – ¿Ves? Eres Ruth. – me besa y se lo devuelvo sin problemas – Buenos días enana.
                    Buenos días gigante – sonrío. Es mi gigante y le quiero tanto. – ¿Sabes qué día es hoy?
                    A ver, déjame pensar – se toca la barbilla exagerando el gesto – HOY ES NUESTRO ANIVERSARIO – grita. Me abraza por la cintura y me levanta del suelo mientras me da vueltas. Me cojo a su cuello, me da miedo caer, y cuando me baja le beso.

Él se sienta en un banco que hay delante de la puerta de entrada y yo me siento sobre él, apoyando mi espalda en su pecho. Nos vamos dando pequeños mimitos, caricias, besos, abrazos… Mientras esperamos que abran las puertas. Entonces veo a mi mejor amiga. Me levanto y corro hacia ella. Le doy un enorme abrazo.
                    LAAAAAAAAAAAAAAAURAAAAAAAAAA! – le grito mientras la abrazo – Hoy es nuestro aniversario – sonrío.
                    ¡¿DE VERDAD?! – se sorprende – aaaaaaaaaaaaaaish mi Ruru – siempre me ha llamado así – ¡no sabes lo feliz que me haces! ¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES! – nos mira, primero a mí, luego a Óscar y otra vez a mí.
Entonces, abren la puerta y nos toca entrar. Los tres estudiamos Biología humana, así que vamos juntos a todas horas. Voy a entrar a la clase cuando noto que alguien me coge del codo.
                    Ruth – es Óscar – Hoy a las 7 en tu casa. Ve arreglada, quiero llevarte a un lugar especial.
                    ¿Dónde?
                     Es una sorpresa – sonríe y me besa – Pero has de ir más preciosa de lo que vas siempre, ¿entendido?
Asiento y entramos en clase. Nada interesante ocurre durante el día, así que, después de una larga despedida con Laura y Óscar, vuelvo a casa a las 3, como cada día. Como rápido y me voy directa al armario. Esta noche tengo cena, supongo, con Óscar, he de ir preciosa. Rápidamente encuentro lo que busco. Un vestido rojo, con palabra de honor, que baja en forma de tubo hasta medio muslo. Cojo también un cinturón y voy hacia el zapatero. Mi madre y yo tenemos una enorme obsesión con los zapatos, así que tenemos una habitación llena. Cojo los tacones de aguja negros de 15 cm y me los llevo a la habitación. Me pongo mi tanga negro y un sujetador sin tiras. Me pongo el vestido y el cinturón, los tacones serán lo último. Voy al baño, me peino y me recojo el pelo en una trenza de lado que baja desde mi oreja hasta mi pecho. Me hago la raya de los ojos y me pongo rímel. Me repaso los labios con el pintalabios rojo y con un poco de brillo. Me miro al espejo y me encanta lo que veo.

Miro el reloj, faltan 15 minutos para las 6. Tengo hambre, voy a merendar. Abro el armario de la cocina y cojo un donut. Los donuts son mi droga, no sé qué haría sin ellos. Me pongo un rato en el ordenador y cuando me quiero dar cuenta, faltan solo 15 minutos para las siete. Me pongo los tacones y vuelvo al baño a repasar que todo sigue perfecto. Entonces oigo la puerta. Y corro hacia ella. Cuando la abro me quedo flipando. Óscar va perfectamente vestido con un smoking negro, camisa blanca y pajarita. Lleva una rosa roja en el bolsillo del pecho. Me coge la mano y me la besa, como un galán.
                    Que galán, sir. – digo sonriendo mientras vamos hacia su coche. Su comportamiento es extraño, distante, no me gusta. – ¿qué te pasa?
                    ¿A mí? Nada – sonríe, pero sé que le pasa algo.
No digo nada, no quiero joderlo todo, otra vez. Hacemos todo el viaje callados, mirando por la ventana. Creo que me va a llevar a algún restaurante caro de esos, y me sabe mal si se gasta mucho dinero en mí. En un semáforo en rojo, se gira hacia mí y me da un pañuelo.
                    Tápate los ojos – sonríe y niego la cabeza, paso de hacerlo. – por favor.
                    Bueeeeeeeeeeeno – le hago caso. Me ato los ojos y noto que arranca el coche.
      Estamos como unos 15 minutos más en el coche y bajamos. Me imagino que estaremos en el restaurante más lujoso de Barcelona. Entonces noto que sus brazos me rodean desde detrás y que me susurra en la oreja.
                    Puedes quitarte el pañuelo. – siento su sonrisa contra mi oreja. Hago lo que me dice y me encuentro con un local abandonado. ¿Qué? ¿Me ha traído a una ruina?
                    ¡Qué romántico! – digo con ironía. Curiosamente, él sonríe. Me da la vuelta, me besa y, aún sobre mis labios, dice.
                    Ahora viene lo mejor – Me gira otra vez y me coge la mano. Me obliga a avanzar hasta la puerta y la abre.
Entramos a ese local, que parece abandonado, pero no lo está, para nada. Hay unas pequeñas luces de colores colgadas del techo, y de cada una de las luces una foto. Algunas fotos son mías, otras son de él, pero la mayoría son de los dos. Sigo avanzando por el local, perdiéndome entre las fotos. No me doy cuenta de que Óscar se dirige a la pared del final. Una vez ahí, enciende un foco y veo un collage de fotos donde pone “Te amo, ahora y siempre” hecho con fotos nuestras. Veo un par repetidas, pero me da igual. Esto es realmente precioso. Entonces Óscar enciende unos altavoces que hay ahí y empieza a sonar esa canción, nuestra canción, la canción que me recuerda a él día sí, día también. (http://www.youtube.com/watch?v=WIbUNfg_wmM )
                   – Ruth, ¿Sabes qué? Te quiero. Te quiero mucho. Te quiero tanto que tengo miedo de hacer alguna tontería, te enfades, te vayas y me dejes destrozado. No quiero que me dejes, no te dejaré ir. – Me abraza fuerte – Has cambiado mi vida. Le has dado un sentido, le has dado la dirección correcta. Ahora mismo, imaginarme mi vida sin ti, es como imaginar el vacío, no puedo, soy incapaz de hacerlo. La gente dirá cosas, dirán que no te quiero, dirán que lo nuestro no es amor, pero yo sé que no, yo sé que me quieres, sé que hace mucho tiempo que me quieres, y no quiero que dejes de hacerlo nunca. Te quiero, te amo, te adoro, te admiro. Te necesito. Me has dado las alas que necesitaba para volar, y ahora puedo volar contigo. Gracias. – noto como las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas – No. Por favor, no llores princesa. Eres perfecta, no tienes porqué llorar. Te quiero, me quieres, ¿ves? Todo es perfecto. No necesitamos más.
Se acerca a mis labios y los besa. Pero este no es un beso como los otros, este es un beso lleno de amor, de felicidad, de cariño… Quiero contestarle, quiero decirle cuánto le he amado, cuánto le amo y cuánto le amaré; pero no puedo. Tengo un nudo en mi garganta y las lágrimas corren libremente por mis mejillas. Este instante es perfecto, es nuestro. Cada una de las palabras, cada una de las notas de la canción, cada una de las fotos lo hacen más perfecto aún.
                   – Óscar – mi voz se corta, me cuesta hablar, pero debo hacerlo así que sigo hablando – te quiero. Y no necesito un millón de palabras para demostrarlo. Tan solo necesito un pequeño gesto – sonrío – una sonrisa, un beso, una caricia, un abrazo, una mirada… Cualquier de estos gestos valen un millón de palabras. Tú también me has cambiado. Has mejorado mi vida en todos los aspectos. Nunca antes había habido un hombre en mi vida, nunca me había enamorado, nunca había sentido nada de lo que siento por ti. Gracias por hacerme sentir viva, por darme ganas de seguir adelante. ¿Sabes? Estos años que llevo enamorada de ti, han sido los mejores. He conocido sensaciones inimaginables, gracias a ti. Recuerdo la primera vez que te vi, recuerdo que me miraste a los ojos, pero aún no sabías que era yo. Recuerdo cada una de las veces que me derrumbaba cuando me contabas con quien te habías besado o acostado. Pensaba que jamás seríamos nada más que amigos, que siempre serías unas cuantas charlas y un abrazo por la tarde. Pero ahora ya no, ahora te tengo aquí, conmigo, entre mis brazos. Ahora eres tú el que seca mis lágrimas, y no mi almohada. Ahora eres tú quien me da consejos, y no gente que no conozco, ahora eres tú el que me hace sentir viva. – Cada una de las tardes a su lado pasan como películas en mi cabeza. Y entonces recuerdo el día que me lo pidió – “Ven conmigo, y volaremos lejos de aquí, donde solo estemos nosotros, donde podamos sonreír sin importar el motivo.” ¿Recuerdas? – asiente – Fue precioso. Igual que esto. – señalé la habitación – E igual que tú. Quiero que sepas que has sido, y serás, los mejores años de mi vida. – Veo sus ojos humedecerse, pero no veo las lágrimas caer por sus mejillas.
                   – No tengo palabras. Tuve mucha suerte de conocerte, de verdad. – le abrazo con más fuerza que nunca – Me has enseñado qué es amar, me has enseñado qué es olvidar, me has enseñado qué es ser feliz. Gracias Ruth, gracias por haber estado aquí. ¿Te puedo preguntar una cosa? – asiento. Pone una rodilla al suelo, saca de su bolsillo interior una cajita y la abre. Dentro aparece un anillo precioso, con un diamante. Oh dios mío de mi vida, ¿Va a hacer lo que creo que va a hacer? – ¿Quieres… ¿Quieres casarte conmigo? – ¿De verdad me acaba de pedir que me case con él? ¿Estoy soñando? ¿He muerto y estoy en cielo? Mi mano corre a tapar mi boca. La sorpresa no podría ser mayor.
                   – Òscar – me cuesta mucho hablar – ¡claro que quiero! – digo segura de mi misma y me lanzo a sus brazos y veo cómo sonríe. Dios, dios, dios, dios, dios. No me lo creo. – Pero con una condición – sonrío y su sonrisa desaparece. Le doy miedo. – Yo organizo la boda.

Y pasan los años. 20, 40, 80 años. Ambos somos mayores, hemos tenido cuantro hijos y éstos nos han dado muchos nietos. Seguimos igual de enamorados que el día que me pidió que me casara con él.
                   – ¿Óscar? – Le pregunto.
                   – ¿Qué? – Dice con su voz debilitada.
                   – Te quiero. Gracias por darme ésta historia de princesa. – Le sonrío y me giro hacia el médico. – Puedes desconectarnos. – Sonrío y vuelvo a dirijirme a Óscar – ¿Siempre?
                   – Siempre – Me coge de la mano y el doctor nos desconecta a ambos.

P E R S O N A S

- ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?
- Estoy siendo perfecta.
¿Ves el daño que hace una jodida palabra? ¿Ves el daño que hacen las etiquetas y las espectativas? ¿Lo ves? ¿Y por qué no te callas? ¿Por qué no te quedas en el interior cada jodido insulto? Estás jodiendo la sociedad en la que vivimos, la estás jodiendo aún más. La gente sólo quiere ser feliz, sólo quieren ver-se bien y tú, ¿que haces? Les jodes. ¿Por qué? ¿Te sientes más macho al hacerlo? ¿Te sientes mejor por insultar a una pobre chica que sólo intenta sonreír? Haznos un favor a todos y comprate una vida.

¿Quieres hacer daño? ¡Adelante, sigue así! Ya lo estás haciendo. Supongo que os sentís bien al hacerlo, ¿no? Bueno pues el día que matéis a alguien con vuestras palabras, sabréis por qué deberías haber callado.

"¿Matar? ALA! Que dice esta loca!" Estás pensando esto, ¿verdad? ¿No has pensado que, quizás, las chicas que se rajan las venas lo hacen por los insultos? ¿No has pensado que, las que no se sienten bien consigo mismas, es porque alguien les ha dicho de todo menos guapas? ¿Tú mentalidad no llegaba a eso, verdad?

El día que te des cuenta que un insulto se graba en la cabeza de la gente hasta que ésta decide terminar con esto de algún modo, y lo hacen haciendóse daño, ¿Callarás? ¿O seguirás diciendo toda la mierda que pasa por tu cabeza hasta matar a quién insultas?

Y, por último, ¿Porque no te atreves a dar la cara? ¿Por qué insultas en anónimo por ask o rodeado de tus amigos? No tienes los cojones de ir a alguien y decirle todo lo que piensas. No los tienes, admítelo. Oh, sí claro, si vas con tus amigos eres capaz de todo. Con ellos has de ser el mejor, ¿no? Y para serlo le has de joder la vida a alguien, ¿verdad?

Para. Piensa. Reflexiona y date cuenta que estás haciendo mierda la vida de alguna persona.

Todo cambia, ¿verdad?

Es difícil vivir en un mundo donde todo lo que hagas, digas o pienses, será juzgado. Es tan difícil que algunas personas no pueden soportarlo y han de terminar con todo esto. Y el único modo que ven posible, es terminar con ellos mismos.

Deberíamos empezar a intentar cambiar la realidad en la que vivimos. Pero, claro, nadie hará nada para cambiarlo. Para ser sinceros, yo tampoco. Realmente, si escribo esto es porque no puedo más.

He pensado más de una vez en acabar con todo, cortar por lo sano. Pero hay personas que me importan demasiado en esta vida. Hay personas que me importan tanto que soy capaz de hacer cualquier tontería por ellos. Y la persona que más me importa, y por la que haría más tonterías, ya hace tiempo que no quiere saber nada de mí. Es irónico, porque parece que me dedique cada uno de sus movimientos. Por él, haría cualquier cosa. Viajaría a la luna y volvería. Pero quiso acabar cualquier relación conmigo.

Es triste porque éramos perfectos, no había nadie ni nada como nosotros. Había una fuerza especial que nos unía, y que nos hacía únicos. Le quise escribir un texto, bueno, en realidad lo hice, pero no sabía dónde estaba, y no se lo pude enviar jamás. Le decía, bueno, lo intentaba porque no me salían las palabras, mi pulso aumentaba, mis manos temblaban y mis ojos se humedecían en recordar cada uno de los momentos a su lado.

Y hoy... Bueno, hoy he encontrado la carta. Y creo que ya es hora de que la lea. Pero no tengo los cojones de enseñarsela y la cuelgo en internet cómo si él fuera a verla, aunque sé que, con lo imbécil que es, aunque la vea, no va a pensar que es para él.

“Últimamente he estado pensando en lo nuestro, ¿sabes? En todo lo que pasó entre nosotros. Y sí, sé que al principio fue duro, que fue difícil llevarlo bien. Y también sé que quizás no lo hice del mejor modo, pero era todo lo que yo sabía. He intentado llevarme el sufrimiento a otro lado, y sé que no quieres recordar, pero creo que debería decirte que no sabes cómo me hubiera gustado poderte haber dado lo que te merecías, cuando tuve la oportunidad. Ahora ya… Ahora ya es demasiado difícil.

Jamás volveré a sentirme como lo hice a tu lado. Sabes de sobras que no hay nadie con quién pueda hablar, tú eras el único que me entendía. Sé que no encontrarás un amor tan verdadero como el que yo te di. Qué ingenua fui al pensar que, quizás, podrías devolvérmelo, aunque fuera sólo un poco.

¿Sabías que no había nadie como nosotros? Nadie como tú y yo juntos, por los buenos y los malos momentos. Juntos éramos capaces de superarlo todo, éramos capaces de hacer cualquier cosa, porque creíamos en nosotros.

Me dijiste “si tu caes, caeré contigo” ¿Recuerdas? No, ya veo que no. No sé ni porque pregunto.

Te lo di todo, bueno, todo lo que tenía para darte. ¿Por qué me apartaste de tu vida? Ahora estoy confundida. Ya no sé qué hacer con mi vida. Me he perdido a mí misma. ¿Sabías que lo único que intentaba era hacerte sonreír y hacer que cada momento a mi lado fuera el mejor? 

Esos tiempos eran realmente bonitos. Acostumbrabas a rodearme la cintura con tus brazos, abrazándome desde detrás, y dándome esos besos en la comisura del labio que me volvían loca, y lo sabías... Vuelvo a sonreír al recordarlo, pero ahora esto ya es pasado, jamás se repetirá. Fue bonito, pero ahora ya no somos nada, por lo menos para ti. Supongo que es lo que ha de ser. Pero dime, ¿fue malo? ¿Por qué lo acabaste? ¿Valió la pena? Éramos tan perfectos…

Pero ahora solo quiero que veas que no había nada como nosotros juntos. Cuando sonreías, parecía que las estrellas no brillaran en el cielo. Y cuando me besabas como tu sabías, todos los cabellos de mi cuerpo se erizaban, haciendo que toda yo estremeciera, y no me pudiera resistir a ti. Hacías que todos los días fueran perfectos, y que dos horas sin ti fueran insoportables. Necesitaba saber de ti cada minuto de mi existencia. Sé que, a veces, me hacía pesada. No lo podía resistir. El solo hecho de pensar que ahora debes estar con alguien, dándole esos besos. Esos que hacías con tanta pasión y amor. Continúo siendo ingenua al creer que tenían amor.¿Alguna vez me amaste? ¿o simplemente fui una pérdida de tiempo? Si lo fui, lo siento. No era mi intención. Intenté hacerlo lo mejor que sabía.

Bueno, quiero que sepas que yo sí, yo sí que te amé con locura. Caca día que pasaba te amaba un poco más, si eso era posible, y quería que lo supieras. Aunque, si has querido desaparecer de mi vida sin explicaciones, supongo que no querrás recibir esta carta. Mejor lo olvido todo i lo dejo aquí. Mejor acabemos con todo de una vez por todas…”

Cuando terminé de escribir la carta, me intenté suicidar unas cuantas veces. Por suerte, no lo conseguí. Para ser honesta, dejé caer muchas lágrimas al suelo. Demasiadas.


Pero hoy, después de dos años de no saber absolutamente nada de él, le he vuelto a ver. He vuelto a sentir tus ojos mirándome con necesidad.

He pensado en resistirme, pero ha sido imposible. Cuando se me  ha acercado y me ha susurrado en la oreja que me había echado de menos, me he desecho en lágrimas. Probablemente no haya entendido porque lo he hecho. Sinceramente, yo tampoco.

Pero me ha besado. Y ahí es donde he entendido que todo había cambiado mucho. He conseguido olvidar los sentimientos que, tiempo atrás, tuve por él. Ya no le quiero, y él a mí sí.

¿Cómo cambian las cosas, verdad? Veremos quién sufre ahora.