Mis manos con las tuyas
y el mundo contra nosotros.
«Te quiero», susurras.
Te digo que no lo he oído.
Miento.
Solo quiero escucharlo una vez más.
Quiero ver tus labios curvándose ligeramente hacia arriba cuando lo dices,
cuando lo sientes.
Y como brillan tus ojos,
que aclaran esta oscuridad que llevo dentro.
Mañana lloverá.
Y no porque el cielo este cubierto,
porque hace un sol que enamora
- aunque la mejor estrella la tengo junto a mi -,
sino porque me vuelvo a casa
(Y no a mi hogar.
Mi hogar eres tu.
Y te llevo siempre dentro).
Me deprimo de pensar que no estaré contigo.
Y esto no es normal, joder.
Yo no era así.
Yo no dependía de nadie antes.
Aún me saltan las alarmas cuando me besas de esa forma tan dulce.
Pero es que, si no me saltan las alarmas cuando no estas es simplemente porque
Si tu no estas,
nada funciona;
y las alarmas,
tampoco.
«Te quiero» te digo.
Y sé que es verdad.
Aunque mi manera de demostrarla sea rara.
Por ejemplo,
sabiendo que, a pesar de ser tan dulce, prefieres lo salado.
O que duermes pegado a la pared porque sino tienes miedo de caer de la cama.
O que tienes una luz muy brillante, aunque todo sea oscuro dentro de ti.
No se.
Hay muchas cosas que no se.
Hay muchas cosas que quiero saber.
Hay muchas cosas que quisiera haber querido saber.
O no.
Pero si algo tengo claro,
y quiero que lo sepas tu tambien,
es que te quiero.
Y que a pesar de no gustarme lo cursi
(aunque no lo parezca leyendo esto)
si eres tu quien lo dice,
quien lo piensa,
quien lo hace,
las maripositas despiertan de su ensueño
y bailan al son de la musica.
Es decir,
de tu voz,
en mi barriga.
«Yo más, vida.»
Vida.
Que es lo que me das.
Y sonrío,
porque te engañas,
y no lo sabes.
Porque yo te quiero más,
y tampoco lo sabes.
