
Empiezas a llorar y te das cuenta que tus lágrimas, que no són ni de lejos tan bonitas como las que salen en las películas, se han convertido, últimamente, en tus mejores - y únicas - amigas. Que te acompañan en la soledad de la noche y te hacen pensar en todos esos recuerdos que tú preferías olvidar. Y tu almohada, harta ya de lágrimas, te pide que duermas. Pero es entonces cuando las lágrimas són más fuertes, justo en el momento en el que te das cuenta de lo sola que estás realmente. Por cada noche despierta, un amigo menos. Y así, hasta que te has encontrado a ti misma, finginedo una sonrisa por cada lágrima.
