Lágrimas, amigas mías.

Llorar es una putada. Tu nariz goteando, el sabor salado de tus lágimas llegando a tu boca después de haber cruzado tus mejillas. Pero peor es el sabor agridulce de todos tus recuerdos acumulados en la parte trasera de tus ojos, los cuales parecen haberse convertido en toboganes para tus penas. Y empiezas a llorar y llega un punto en el que te das cuenta de que no vas a parar. Piensas que vas a estar llorando durante toda tu vida, por cada error que hiciste. Lo peor viene cuando tu mente, en vez de intentar aturarte, te recuerda cada uno de los estúpidos errores que has cometido a lo largo de tu vida. Las gilipolleces que has dicho, y las veces que el qué dirán te ha parado de hacer lo que querías.
Empiezas a llorar y te das cuenta que tus lágrimas, que no són ni de lejos tan bonitas como las que salen en las películas, se han convertido, últimamente, en tus mejores - y únicas -  amigas. Que te acompañan en la soledad de la noche y te hacen pensar en todos esos recuerdos que tú preferías olvidar. Y tu almohada, harta ya de lágrimas, te pide que duermas. Pero es entonces cuando las lágrimas són más fuertes, justo en el momento en el que te das cuenta de lo sola que estás realmente. Por cada noche despierta, un amigo menos. Y así, hasta que te has encontrado a ti misma, finginedo una sonrisa por cada lágrima.

La gente se pierde.

A veces pasa, pequeña, que la gente se pierde. Y una persona puede perderse de muchas maneras. A veces se pierden en un pensamiento, y son incapaces de seguir el camino de vuelta. Otras, se pierden en un recuerdo, o en una imagen. O en un momento. A veces la gente se pierde en otras personas, o en partes de otras personas. Yo me he perdido muchas veces, ¿sabes? Me pierdo en sus ojos, y en sus carícias. Me pierdo en el montón de líneas corbas que conforman su sonrisa. Una vez, recuerdo, me perdí en su pecho. Y bajo las montañas que formaban sus pechos, encontré un pequeño tesoro, en el que me perdí más adelante. A veces la gente se pierde a si misma, también. Yo me perdí a mi misma varias veces, y sigo haciéndolo.

Pero, al contrario de lo que te dirán la mayoría, lo peor es reencontrarte después de perderte. A veces no, a veces es bonito. A veces. La mayoría de veces preferirías hacerte jirones la piel antes de darte cuenta la tristeza de la realidad en la que vives. Pero la vida es así, pequeña, te eleva a los más alto, te permite perderte en las cosas más bellas, pero después te arrebata ese momento de paz, y sólo te permite caer. Y ya sabes lo que dicen, como más alto estés, más bajo caerás.