Insultos.
Hoy te he visto, de lejos. Cuando me he querido dar cuenta, estaba en medio de la calle, temblando, porque
me había acordado de todo lo que me hiciste. De los insultos, de los golpes, de las patadas, de los empujones, de las llamadas en número privado a las 3 de la madrugada... Creo que tú ya no te acuerdas de lo mal que me lo hiciste pasar, porque has venido a saludarme con una sonrisa enorme, me has preguntado que cómo estaba, y me has dicho que me veía mucho mejor. Y me hubiera gustado contestar: "Sí, supongo que tus insultos, y la etapa anoréxica a la que ellos me llevaron me hicieron adelgazar." Pero no, no me ha salido, he sonreído y te he decido de algún modo un "Gracias" ligeramente sincero, porque sí, estoy un poco agradecida. Ahora soy más fuerte gracias a ti. Pero eso es lo único bueno, porque sigo acomplejada por tu culpa, sigo evitando a la gente por tu culpa. Tengo paranoia, depresión, brotes bulímicos y ansiedad, por tu culpa. ¿Gracias? ¿Por qué te he dicho una estupidez tan grande? Casi me quito la vida por tu culpa. No debería haberte dicho gracias. Y si ahora vas, ¿y se lo haces a alguien más? No. No deseo a nadie pasar por lo que yo estoy pasando. Quizás debería haber pasado de ti. Quizás hubiera sido lo mejor. Pero estaba paralizada. Tus manos estaban muy cerca de mi cuerpo, y para ti era muy fácil golpearla contra mi estómago. O contra mi cara. O contra mí. No. Mi ansiedad ha vuelto a visitarme cuando te has despedido. Las lágrimas no han podido esperarse, y se han tirado por los toboganes de mis mejillas justo cuando has girado en la esquina. La gente me miraba, y mi paranoia me ha llamado la atención, recordándome que no debía llamar la atención de los demás, porque se reirían de mí del mismo modo que tu hiciste. Sí, supongo que "gracias" es la cosa más tonta que podría haberte dicho.
Jóvenes.
Eso es lo que somos, jóvenes. Tenemos tiempo y ganas de hacer lo que queramos. Nos equivocamos, lloramos, reímos, gritamos, cantamos, hacemos el ridículo, pensamos y hablamos. Somos un poco más tontos que el resto de las personas, pero no lo aceptamos. Creemos tener problemas, cuando sólo tenemos tonterías. Creemos ciegamente en el amor a primera vista, y aún no nos hemos dado cuenta de que las historias con finales felices no existen. Somos jóvenes y, como tales, cometemos locuras. Llamamos amor a la atracción física, tenemos para siempres que duran medio día. No pensamos en el futuro, y revivimos demasiado el futuro. Creemos que cada error es el fin del mundo, y que cada responsabilidad nueva es un error. Queremos mucho, pero necesitamos poco. Queremos enfrentarnos al mundo, y dejarlo del revés. Queremos dejar marca. Queremos que nos conozcan. Somos jóvenes y, como tales, intentamos ser como todos, a pesar de ser muy diferentes. Vivimos las primeras desilusiones, y empezamos a ver qué es eso a lo que le llaman "vida" aunque no llegamos a tenerlo. No nos gusta estudiar, y escuchamos la música un poco demasiado alta. Podemos pasarnos todo el día sin hacer nada, porque somos perezosos. Nos cuesta dormirnos y nos cuesta despertarnos. Somos de ir siempre tarde. Bebemos y fumamos, aunque sepamos que es demasiado pronto para hacerlo. Reímos y lloramos por culpa de la misma persona. Creemos ser un desastre, y ser lo mejor del mundo. Queremos serlo todo, sabiendo que no somos nada. Pero, somos jóvenes, y tenemos toda una vida para darnos cuenta de qué va todo. Así que, de momento, podemos divertirnos y quizás, sólo quizás, llegaremos a ser felices. Pero es que somos jóvenes y, como tales, nos toca serlo todo: Felices, tristes, enfadados y extraños. Porque somos jóvenes y, como tales, sólo queremos una cosa, ser.
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