Locura.

Estaba enamorada de ti. Lo estaba hasta un punto que no era normal. Te quería con y desde cada pequeña parte de mi cuerpo. Y ni siquiera me vale decir que te quería a pesar de tus imperfecciones porque no, porque no es verdad. Te quería con tus imperfecciones, adoraba tus putas imperfecciones, joder. Me encantaba esa cicatriz del labio, y ese andar torzido. Me encantaban tus malas palabras y tu incultura. Quería de ti hasta esa manía tuya de dejar los cubiertos rectos al terminar la cena.

Tu y yo nunca fuimos normales, tengo que admitirlo. Pasábamos de nada a todo en segundos, y volvíamos a vaciarnos. Y daba igual si estabas lleno de amor, de rabia o de lujuria. Tus ojos siempre brillaban cuando me mirabas. Y yo, joder... Yo adoraba ese maldito brillo, ¿sabes? Lo adoraba con locura. Te juro que ningún psicoanalista podría llegar a analizar el nivel de locura al que me transportaban tus manos, tus ojos, tus labios. Tú. Me volvías loca, me hacías estar mal de la cabeza. Tanto que cuando te fuiste, llegó la depresión, y me enamoré de ella también. Porque me recordaba a ti, porque olía igual que tu. Porque la oscuridad con la que venía me recordaba al color de tus ojos, y estos me hacían acordarme de tu cara. Y de tu pelo. Y de tus manos. Y de tu pecho. Y de tu corazón. Y de tu alma. Y de ti. Milímetro a milímetro me enamoré de tus centímetros.

Lo consulté en el diccionario, entonces, entre beso y beso, y encontré por lo menos cien adjetivos para describir (o intentarlo) partes de ti. Pero a ti, ¿al completo? No. No había suficientes palabras en él para expresarte. Para expresarme. Para expresarnos. Éramos contrarios, y complementarios, y utópicos. Éramos, joder. Estoy segura que hasta la RAE estaría de acuerdo conmigo, si te conociera como lo hice yo, que "tú" era la única palabra que podía usar para hablar de ti. Deberías dedicarte a las letras, amigo, porque eras tal explosión de definiciones, que estoy segura que nadie domina la lengua como tu. (Y sácale todos los sentidos que quieras a esa frase.)

Eras una explosión de definiciones, y me estallaste en las manos. Y, con ello, estallaron mil sentimientos y lágrimas que jamás podré olvidar. Me estallaste en las manos y ahora, después de tanto tiempo, sigo intentando definirte con mis palabras que, después de todo, son lo único que me queda. Y que, encima, sé que a ti, precisamente a ti, se te dan bien.