Y quería llorar, pero no lo hice. Porque no podía. Porque no podía permitirme herirte una vez más con mis tonterías. Porque no podía permitirme verte sufrir por verme sufrir. Y por sufrimiento, el que sentía cuando te largabas. Nadie sabe qué es sufrir más que aquellos que se han tenido que despedir de sus seres queridos. Por sufrimiento el que llevaba la oruga de mi interior que no quería convertirse en mariposa. Porque el capullo lo llevaba por fuera, y la pobre oruguita se pensaba que nadie la convertiría en mariposa. Pero tú, cariño, tu me haces volar. Y yo quería volar contigo, pero no puedo. Una fina capa - llamémolse temor - nos separa. Mis alas y tus alas, juntas, provocan tornados en eso que algunos se empeñan en llamar corazón, pero a lo que yo más bien llamaría montón de polvo. Ve con cuidado, por favor. No soples muy fuerte, no vaya a ser que una parte de este montón se vaya volando y aterrice en ti. Es difícil volver a ordenarlo, ¿sabes? Me corre la sangre por las venas, pero la vida me la das tu. Y tu sonrisa. Y la mariposa que se ha venido a vivir en mi estómago, y que se despierta cuando me miras. Mariposas... En mi estómago, y en mi mirada. Y en nosotros, que somos dos capullos a punto de convertirse. Pero vigila, porque dicen que las mariposas son bonitas de lejos, pero que, si te acercas demasiado rápido, se van.
Mariposas.
Y quería llorar, pero no lo hice. Porque no podía. Porque no podía permitirme herirte una vez más con mis tonterías. Porque no podía permitirme verte sufrir por verme sufrir. Y por sufrimiento, el que sentía cuando te largabas. Nadie sabe qué es sufrir más que aquellos que se han tenido que despedir de sus seres queridos. Por sufrimiento el que llevaba la oruga de mi interior que no quería convertirse en mariposa. Porque el capullo lo llevaba por fuera, y la pobre oruguita se pensaba que nadie la convertiría en mariposa. Pero tú, cariño, tu me haces volar. Y yo quería volar contigo, pero no puedo. Una fina capa - llamémolse temor - nos separa. Mis alas y tus alas, juntas, provocan tornados en eso que algunos se empeñan en llamar corazón, pero a lo que yo más bien llamaría montón de polvo. Ve con cuidado, por favor. No soples muy fuerte, no vaya a ser que una parte de este montón se vaya volando y aterrice en ti. Es difícil volver a ordenarlo, ¿sabes? Me corre la sangre por las venas, pero la vida me la das tu. Y tu sonrisa. Y la mariposa que se ha venido a vivir en mi estómago, y que se despierta cuando me miras. Mariposas... En mi estómago, y en mi mirada. Y en nosotros, que somos dos capullos a punto de convertirse. Pero vigila, porque dicen que las mariposas son bonitas de lejos, pero que, si te acercas demasiado rápido, se van.
Tú.
Siempre me ha gustado la gente que sabe ser uno mismo, y nunca se preocupa de qué pensarán los demás de ellos. Quizás por eso no me gusto, quién sabe. Lo que sí sé es que cuando te vi, supe que eras de esos, de los que sonríen sin preocuparse por si le rompen la sonrisa a base de hachazos al corazoncito encerrado entre el invierno y la primavera.Y me enamoré,
de ti.
Me enamoré cómo lo había hecho tantas otras veces, y como lo haré unas cuantas más. Me enamoré sin prever la caída, sin prever nada de esto, que es todo lo que me queda ahora. Me enamoré, o más bien dicho, me lancé de cabeza a ti. Me hice fan de tu sonrisa y vaya, que conciertos de hormigueo me ha dado en el mejor de los escenarios, el de mi barriga. Me perdí en esos ojos incoloros que hacían temblar a Neruda y a Cohelo.
Esos ojos son poesía.
Y todo lo demás, no.
Aunque, realmente, ¿qué hay más allá de tus ojos? ¿Qué hay mas allá de esa sonrisa que me haces cuando te digo esas tonterías tan mías - y tuyas - que sé que tanto te gustan?
Nada,
un infinito.
Es decir,
tu mirada.
Y las lágrimas que derramaste, ese día, se quedaron en mi interior y se convirtieron en goteras que desde entonces martirizan mi corazón y mi cerebro a diario. Tus ojos enrojecidos y tus mejillas ahogadas de pena, ahogadas de nostalgia. Y yo, entre todo eso, abrazándote para hacerte ver que no estás tan solo. Para hacerte ver que los restos fósiles de nuestro amor permanecerán siempre intactos, en mi piel. Como las marcas que ahora la decoran, cuando despertamos juntos.
No logro concebir el día en el que tenga que despertar, y tu no estés ahí. El día en que, después de toda una noche de cavilaciones, de sueños a tu lado, llegue la mañana. Y créeme, cada amanecer sin ti, es un amanecer perdido.
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