"Estoy cansada" solía ser la excusa por excelencia. Es lo que solía decir antes, para que me dejaran en paz. Me servía para no decir la verdad. Para no decir que, simplemente, estaba destrozada. Se lo decía a mi madre, a mis amigos, a todo el mundo. Me dejaban en paz, así que funcionaba bastante bien. Pero ahora me he dado cuenta de que era verdad. Realmente estaba cansada. Y dormir no podría solucionar este cansancio. Aunque, seamos realistas, el insomnio tampoco ayudaba.Ahora sé que sí, que estoy cansada. Y que nada puede llevarse de aquí el cansancio, porque se ha pegado como una lapa a mi alma. Sí, ahí, justo al lado de la depresión. Estoy cansada de intentar superar esto y no poder. Estoy cansada de hacer todo lo posible para ser suficiente, y no serlo nunca. Para nadie. Estoy cansada de sentir mucho, y no saber lo que siento. Estoy harta de no poder seguir mis pensamientos porque dan demasiadas vueltas dentro de mi cabeza. Estoy cansada de esta manía mía de recordar todo lo que he fastidiado en la vida, justo antes de ir a dormir. De no tener a nadie a quien explicarle lo que siento. Y de tener a alguien a quien explicarle lo que siento, pero no saber cómo hacerlo.
Estoy cansada de avanzar por inercia, siguiendo el camino que traigo detrás. Estoy cansada de respirar. De vivir. Estoy cansada de no saber caminar y acabar siempre en el suelo, deseando sin esperanza que alguien logre levantarme. Estoy cansada de apreciar más la compañía de la depresión que la de mis amigos. Estoy cansada y esa es la razón por la que todo el mundo siempre se cansa de mí. Estoy cansada de todo, incluso si no hay nada por lo que estar cansada, y ya solo la muerte podría hacerme descansar.
