No sé qué me pasa.

Y no sé qué me pasa ya.

A mí,
que he visto al mayor de mis pilares derrumbarse por la tristeza,
que vi cómo a mi abuela se le apagaban los ojos.

A mí,
que he sobrevivido tantas noches a mis pensamientos,
y he dejado de hacer lo que no debía.

No sé qué me pasa que,
desde que te fuiste,
y volviste,
y te fuiste otra vez,
mis ojos ya no duermen,
porque si lo hacen,
no hacen más que imaginarte.

Ultimamente duermo desnuda,
así imagino que la sábana que me proteje es tu piel,
aunque no es tan cálida,
ni tan bonita,
y no huele como tú.

No sé qué cojones me pasa.

Si ya hice obras en mi cabeza,
para arreglar la gotera
que no paraba de pensar.

Si ya me arreglé las ojeras
y aprendí que, cuando llovía,
debía bailar.

Si ya sabía que a la tristeza
se la vence plantándole cara.

Pues no.
Ahora ya no.
Después de ti, ya no.

Y, joder,
te equivocaste otra vez,
mi vida,
te pedí que destrozaras mis esquemas,
no a mí.
No así.