Y esas 6 pecas que había de tu cuello a tu pecho, joder. Esas 6 malditas pecas que se han instalado en mi mente, al lado del insomnio, y que ahora no me dejan dormir sin desear volver a pasearme por tu piel como quien pasea por el parque de las maravillas.Miraba, o más bien dicho, admiraba cada una de las partes de tu cuerpo como si fueran obras de arte del mejor de los museos. Qué Picaso ni Van Gogh, la definición de arte son las arrugas que se forman alrededor de tus ojos cuando te ríes, o esa pequeña cicatriz que tienes en el labio de cuando te caiste con la bici. Y me hablan a mí de museos. A mí, que te he tenido entre mis brazos. A mí, que he reseguido con mis dedos el dibujo de tu cuerpo. Que no hablen de arte si no te han visto sonreír.
Sentía tu cuerpo como una parte del mío que me fue arrebatada sin más, y me dejó con menos. Menos de lo que tenía, menos de lo que quería y, sin embargo, más de lo que necesitaba si debía pasar el resto de mi vida sin ti.
Pero, aún así, era consciente de que yo a ti no te extrañaba. En absoluto. A ti no. Exrañaba la persona en la que me convertías, y esa facilidad tuya de hacerme sonreír. Extrañaba despertarme a media noche y no necesitar más música que tus respiraciones descompasadas. Salir de tu casa y recibir un mensaje diciendo que volviera a subir, que me echabas de menos. Pasear por las calles de nuestro barrio inventándonos las historias de quien fuera que vivía en esas casas, y después, al llegar a casa, leerte mis poesías y que te rieras de mí. Extrañaba las cosquillas que hacía tu barba en mi cuello cuando me abrazabas, o esa maldita revolucion animal que sentía en mi estómago cuando me besabas. Y créeme, los lunes eran bueno si te tenía a mi lado. Etrañaba cada uno de los detalles que te conformaban. Esa sonrisita, esa manera de mirar. Extrañaba muchas cosas de ti, pero, ¿a ti?. No, a ti no te extrañaba.