Juro por lo que más quieras que lo estoy intentando, de verdad. Estoy intentando olvidarte. Y ahora no es como las otras veces, que lo decía por poderte decir algo. Ahora lo digo siendo completamente consciente de lo que cuesta vivir sin ti. Ahora lo digo porque he llegado a la conclusión que o te olvido, o me quedo aquí el resto de mi vida sufriendo por alguien que es feliz sin mí. Y aunque suene egoísta, creo que aquí o somos felices todos, o no es feliz nadie.
¿Qué es eso de que tú estés tan guapo y sonriente, y yo esté aquí co esta cara triste? Se acabó, tengo que olvidarte. Por orgullo, o por sentido común. Estoy loca. Loca de remate, lo juro. Pero no tanto como para seguir amándote para siempre. Quiero decir, podría hacerlo, claro que podría. Te quiero ahora, y te deseo a cada instante. Pero no quiero, porque hay instantes que la locura me vuelve cuerda. Y esta cuerda, cariño, será la que te ahogará en un futuro. Y no, no quiero. No quiero que a ti te falte el aire, y a mí me sobre.
Te quiero, juro por todos los dioses que te quiero más de lo que he querido a nadie jamás. Y te quiero por muchas cosas y por nada en concreto. Te quiero, y ya está. Pero ahora, llegados al punto en que no quieres ni verme, sólo puedo dejarte ir y esperar, en vano, que algún día recuerdes cuánto te quise y sonrías. O llores, no sé. Sólo espero que, de aquí muchos años, cuando tu vida se apague lentamente, te des cuenta de que nunca te habrá amado más que yo. Y si lo han hecho, permíteme decirte que yo, sin embargo, te amé mejor. Te amé del mismo modo que se ama a esa persona que te trae a la vida. Porque, seamos sinceros, fuiste tú quien me hizo renacer después del capullo.